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doxa 26

A Silvia

Silvia, ¿aún recuerdas

tu vida mortal aquellos tiempos,

cuando beldad fulgía

en tu mirar risueño y fugitivo,

y alegre y pensativa, los umbrales

de juventud subías?

Sonaban las silenciosas

estancias, y las calles aledañas

a tu perpetuo canto,

cuando atenta a labores femeniles

te sentabas, tan contenta

del vago porvenir que imaginabas.

Era el mayo oloroso: tu solías

así pasar tus días.

Deleitosos estudios

Yo dejaba a veces, y sudados pliegos

donde mi edad primera

y mi parte mejor se consumía,

y en los balcones del hogar paterno

prestaba oído al eco de tu voz,

y a la mano veloz

que recorría la fatigosa tela.

Miraba el cielo sereno,

y las calles doradas y las huertas,

y aquende el mar, y allende el monte.

Lengua mortal no dice

lo que sentía en mi pecho.

¡Qué suaves pensamientos,

qué esperanzas y ardores , Silvia mía!

¡Qué oferente nos era

la vida humana y el hado!

Cuando me acuerdo de tanto anhelo,

un afecto me oprime

acerbo y sin consuelo,

vuélveme a doler mi desventura.

oh natura, oh natura,

¿por qué cumplir no puedes

¿por qué cumplir no puedes

promesas de entonces? ¿por qué tanto

engañas a tus hijos?

Antes que la yerba helara invierno

oculto morbo combatió tu vida,

tan tierna, y la venció. No mirarías

de tus años la flor;

no halagaría tu pecho

el dulce elogio a tus cabellos negros,

ni a tus enamorados ojos cuanto esquivos;

ni contigo la amiga en días festivos

razonaría de amor.

También moriría en breve

mi dulce esperanza: y a mis años

también negara el hado

la juventud. ¡ay cómo

cómo pasaste querida

compañera de mis primeros años,

mi llorada esperanza!

¿Es éste el mundo? Éstos

son los deleites, el amor, las obras

de los que tanto razonamos juntos?

¿Tal es la suerte de la humana gente?

Y al saber la verdad

tú, mísera, caíste; y con la mano

la fría muerte y una tumba nuda

mostrabas tan lejano.