Si bien Alemania fue la principal responsable de todos los daños, nunca fue campo de batalla. Debido a la falta de aviones de bombardeo y proyectiles dirigidos, su territorio en mayor parte quedó intacto, no se puede decir lo mismo de su espíritu ni sus bajas humanas.
Tras la rendición condicionada de los alemanes, en París se firmó el Tratado para la Paz en prescencia de los ministros de los países participantes en el conflicto. Del voluminoso tratada (220 páginas) destacaron varios acuerdos: constituir una Sociedad de Naciones, la cual no funcionó y tras la Segunda Guerra Mundial fue sustituida por la ONU, diezmación del ejército y armamento de Alemania, así como la remuneración total
de lo perdido por Francia, se le retiraban a los alemanes sus colonias y los territorios invadidos, que en parte se les otorgaban al Triple Entente y sus aliados y de alguna manera se dejó a Rusia fuera de esta repartición por influencia de los Estados Unidos, quienes tenían una fuerte aversión al comunismo creciente en Europa del Este por obra de la Rusia previamente revolucionada.
Alemania por su parte, quedó con un amargo sabor de boca y un sentimiento de revancha y nacionalismo que se encargaría de manipular para una segunda guerra, un discípulo del fascismo.