Los alemanes inmediatamente tomó bando con el Imperio Astro-húmgaro e Italia, confiando en una victoria favorecedora. Lamentablemente no contaban con la intervención de Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos.
Con el paso de los meses, el patriotismo alemán fue decallendo, existía un terror generalizado tanto en las trincheras como en las ciudades, provocado por la creciente mortalidad que la guerra había traído consigo.
Años después de la desastrosa disputa, la inminente rendición de Alemania y el Tratado de Versalles, en el que se estipulaba que a pesar de no haber sido la iniciante del conflicto, Alemania debía rendir cuentas por las pérdidas económicas y territoriales del Triple Entente, así como diezmar su ejército y limitar sus intervenciones internacionales, lo cual dejó al pueblo alemán con un amargo sentimiento de revancha.
Después de que un hombre con gran poder de palabra convenciera al pueblo alemán de su superioridad entre las razas, de que los judíos no eran más que una plaga y que de su lado le regresarían a Alemania su antigua gloria, Adolf Hitler sumergió a Europa y al mundo en una nueva guerra. El humanismo parecía extinguirse entre los nazis y aquellos que poco a poco estaban siendo influenciados por los discursos nacionalistas del dictador.
Durante ambas guerras, los derechos humanos fueron violados con brutalidad. No se respetaban por las autoridades las garantías inherentes de los individuos, tales como: la libertad de pensar, de expresión, de vivir; el respeto, la tolerancia, la igualdad.
Tuvieron que sacrificarse miles de vidas, en el frente y en los campos de concentración, para que Alemania llegara a ser la defensora de los derechos que es hoy.
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