inestabilidad, e incluso de la anarquía, de las “edades intermedias”, aquellas en las que un
viejo orden ha sido abolido y el nuevo trata de nacer, que se fundamenta en una articulación
clara de una concepción del vínculo social y una teoría de lo político. A partir de este
momento, tanto para él como para Comte, debe reintroducirse un principio de orden. Para
Littré el gobierno representativo no es algo vano y la libertad individual no es un falso
principio.
“Los dos intereses que predominan al presente en la sociedad europea son la libertad y el
socialismo; la libertad sin la cual el hombre moderno considera incompleta su existencia y se
siente, como decía el romano, deminutus capite; el socialismo como aspiración de las clases
populares hacia la plenitud de la vida social. Poco importa cómo pueden satisfacerse estos
dos intereses con tal de que lo sean. Pero ambos implican la libertad de discusión, y la
experiencia se encarga de comprobar diariamente que la discusión no es efectiva sino en los
gobiernos representativos. Comte pretendía sustituirlos por la dictadura, pero nadie podrá
jamás unir la dictadura con la libertad de discusión”. Littré rechaza toda voluntad de sistema,
toda idea de un voluntarismo dirigido a reconstruir a toda costa una unidad, y prefiere
apostar por unas instituciones libres.
Los republicanos se convencieron pronto de que la política debía ser experimental. Esto
significa dos cosas: el rechazo de los dos dogmas antagonistas, el de la restauración y el de
la revolución, que en realidad pretendían detener el movimiento profundo de una sociedad
dividida con soluciones tan radicales como peligrosas para dichos conflictos, pero también la
preocupación por tener en cuenta lo que es, por ejemplo para Littré, esencial: el tiempo. Aquí
el pensamiento republicano es realmente un pensamiento de conflicto: consci