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No contento con contar con muchos recursos para hacer campaña, Hitler empezó a colocar trabas a los partidos de oposición. A través de decretos presidenciales, impuso restricciones a los mítines políticos y restricciones a la prensa. Además, consolidó la autoridad de un gobierno paralelo regional en Prusia, y colocó a Göring al mando de la policía estatal. Al poco tiempo, la policía prusiana con la ayuda de las «camisas pardas» empezó a disolver las concentraciones opositoras; solo los opositores más ilusos acudían a la policía cuando eran hostigados por los nazis. Muy pronto, otros siete gobiernos regionales de estados más pequeños fueron usurpados por los nazis, que establecieron autoridades paralelas.
El 27 de febrero de 1933, una semana antes de las elecciones el edificio del Reichstag fue incendiado. Si bien todavía existen dudas sobre la autoría del incendio, es claro que Hitler se benefició ampliamente de este crimen.108 Después de que la policía atrapara a un comunista neerlandés de nombre Marinus van der Lubbe en la escena del crimen, Göring empezó a acusar a los comunistas de querer ejecutar un golpe de Estado, y la prensa nazi pronto copió su discurso. Al día siguiente, Hitler no perdió tiempo en presentar un decreto de emergencia de seis artículos, redactados por Göring, donde solicitaba la suspensión de varios artículos. Constitución de Weimar
Constitución de Weimar con el objetivo de «proteger los documentos culturales alemanes».109 En realidad, el llamado Decreto del incendio del Reichstag acababa con todos los derechos que suelen defender las naciones democráticas: la libertad de expresión; el respeto a la propiedad privada; la libertad de prensa; la inviolabilidad del domicilio, de la correspondencia y de las conversaciones telefónicas; así como la libertad de reunión y de asociación. Además, permitía al gobierno nacional intervenir cualquier gobierno regional que considerase incapaz de mantener el orden en su estado. Luego de que Papen y Meissner apoyaran el decreto, el anciano presidente lo firmó.
Con estos poderes, la persecución nazi se intensificó, los dirigentes comunistas fueron arrestados y enviados a campos de concentración; además, desde los medios del Estado se inició una campaña de alerta contra el «terror comunista», tratando de convencer al ciudadano alemán de que, a menos que no votasen por los nazis, el país entraría en una guerra civil. Por otro lado, Hitler moderó su discurso, aseguró que sólo necesitaba cuatro años en el poder y minimizó su antisemitismo en público, como dejó constancia el futuro presidente de Alemania de la posguerra, Theodor Heuss: