4
Dictadura
De Hitler
Con su llegada al poder, Hitler estaba lejos de
encontrarse en una situación segura, las
mismas fuerzas que habían motivado la
renuncia de los tres últimos cancilleres
seguían vigentes, y por lo tanto Hitler tenía
que lidiar con el presidente Hindenburg y su
camarilla, quien a su vez era respaldado por
el Ejército y por su propio gabinete de
ministros, controlado por los conservadores e
industriales, donde los nazis eran minoría.
Además, en el Partido Nazi estaban presentes
las expectativas de 4 millones de camisas
pardas que, liderados por Ernst Röhm, no
ocultaban su desdén por el hecho de que
tantos
elementos conservadores compartieran el
gobierno con Hitler. Adicionalmente se
encontraban las fuerzas políticas opositoras
en el Parlamento, socialdemócratas y
comunistas, que controlaban diversos
gobiernos regionales; aunque, a pesar de su
aversión por el nazismo, jamás fueron capaces
de aproximarse entre sí para formar un frente
común contra este.
El incendio del Reichstag y la ley habilitante
Con solo el 34 % del Parlamento bajo su control, Hitler todavía tenía que recurrir al «Anciano Caballero», el presidente Hindenburg, para lograr aprobar sus leyes El vicecanciller Franz von Papen, que gozaba del apoyo de Hindenburg, estaba seguro de que «en dos meses habremos arrinconado tanto a Hitler que se pondrá a chillar». Papen no fue el único que subestimó a Hitler, la prensa en general seguía esta misma línea de pensamiento:
Consciente de su situación, Hitler ocultó inicialmente sus planes revolucionarios, en sus primeras alocuciones evitó en lo posible alarmar al ciudadano común. Sin embargo, de inmediato empezó a trabajar para adquirir más poder; después de sabotear las conversaciones con el Partido del Centro, Hitler informó a su gabinete que eran necesarias nuevas elecciones. Ante las protestas de Hugenberg y Papen, Hitler los calmó asegurándoles que no cambiaría la composición del gabinete sin importar el resultado. Para la campaña de las nuevas elecciones parlamentarias, fijadas para el 5 de marzo, Hitler pudo hacer uso de los recursos del Estado; además, contó con el apoyo de un importante grupo de industriales; quienes, luego de que Hermann Göring les asegurara que probablemente serían las últimas elecciones «en los próximos cien años», donaron tres millones de marcos de la época para la causa nazi. Adicionalmente, días antes, Hitler había tenido una cena con diversos líderes del ejército; a pesar de su llamado al rearme de Alemania, los resultados fueron mixtos, pocos altos oficiales tenían sentimientos democráticos y eran muchos los que deseaban una dictadura militar, pero desconfiaban de los nazis.