Lo conocí a Luis a traves de Diego Rapoport en 1977. Nos habíamos hecho amigos con Diego en un grupo de psicodrama dirigido por Eduardo Pavlovsky. Diego era un excelente pianista y rapidamente nos hicimos amigos. Fue por entonces que se vino con la gran noticia: había ingresado al grupo de Spinetta que por entonces estaba preparando el disco “A 18 minutos del Sol”. Fue Diego que organizo juntarnos en casa con Luis. Recuerdo mis nervios por conocer al que fue mi idolo desde el comienzo.
Fue Almendra el primer grupo que vi en vivo en el Centro Di Tella. Emanaba una extraña poesía, algo nunca visto en la Argentina. Recuerdos de conciertos matutinos en Flores ya con Pescado Rabioso, Luis crecía musicalmente hasta llegar a su obra cumbre, inolvidable como fue Artaud, a mi juicio el mejor disco jamas publicado en nuestro país y aún no superado. Desde la loca tapa de Ros, imposible de acomodar en cualquier batea hasta el concepto musical del LP.
Encontrarse con Luis y Diego en casa me hizo revolver todo. Luis brillaba y nos pasamos la tarde repasando mi discoteca, por entonces admirada por todo conocedor de la música.
De alguna manera nos hicimos amigos de confianza. Vivi, mi esposa y compañera se convirtió en la baby sitter de la familia, cuidando a Dante y a Catarina .
Por ese entonces yo trabajaba en una empresa cerealera con sumo desinteres. Luis soñaba con tener una empresa de sonido que lo acompañase en sus recitales. Yo, de sonido, nada; pero la tentación era muy grande y me asocié con dos amigos de Spinetta y formamos una empresa llamada Pure Sound que fue acompañando el lanzamiento de “A 18 minutos”. Pero no duré mucho allí. Entre mi trabajo ejecutivo en la cerealera y como sonidista hubo un desemboque casi trágico. Volvíamos de una gira por Bahía Blanca, agotadora.