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Viajar es inspirarnos
Un viaje es adentrarnos en la realidad y en la imaginación, y qué mejor que adrentarnos así en Marruecos.
Ir de Marrackech, la tierra roja, al Sahara, la tierra del silencio; pasar de la algarabía de la plaza Jemaa el-Fna , para llegar a Ouarzazate, la ciudad de barro, la puerta del desierto.
Atravesar largas extensiones bajo el cobijo del Atlas para llegar al territorio Amazir donde hay una tierra que habitan los negros.
Un viaje muy particular, con 4 guías maravillosos, Said, el alegre, el amable, parece una estrella con tantas sonrisas y saludos que recibe.
Hassan, doble de Russel Crowe, que nos mostró con mucha maestría su poblado. Un filólogo que nos leía los versos de las madrazas y nos daba lecciones de historia en Fez, ciudad imperial. Y Mohamed, cicerone perfecto, conocedor de lo que fascina de Marrakech, una auténtica gozada.
Pequeños privilegios de cuando ya llegamos a la edad dorada y buscamos lo diferente, la buena compañía con gente preparada y conocedora. El camino fue largo y entretenido donde pasamos de la sequedad de la tierra al vergel. Del rojo al verde y de allí al tesoro que es el agua.
De largas planicies a montañas rocosas y llegar al mar de arena del desierto en camello y regresar en 4x4. Sentir la maravillosa sensación de que estás en un rally. Dunas y más dunas cuyos colores cambian con el atardecer.
Adentrándonos en Marruecos
Por: Marisol Montalti