Las normativas ecológicas y ordenanzas han avanzado (a veces a buen ritmo) tanto como el conocimiento de las poblaciones, en torno a los temas básicos de educación ambiental. Somos muchos defensores de las tortugas marinas los que ansiamos pensar que ya pasó ese tiempo donde las poblaciones mataban a las tortugas marinas, para sus diferentes usos domésticos.
Hoy sabemos que los pueblos tortugueros cuidan a las especies en peligro crítico de extinción, trabajan en alianza con instituciones u organizaciones de conservación y monitoreo de las temporadas de anidación, pero sobre todo han aprendido la esencia del equilibrio ecológico: si entre todos nos cuidamos, el bienestar es exponencial. Incluido por supuesto el bienestar económico, que surge de la oferta turística de esos pueblos tortugueros que anualmente reciben en sus costas a estos impresionantes reptiles, parientes de los dinosaurios.
Datos de interés
Las tortugas marinas son, más que todo, especies tropicales y subtropicales. Su distribución se extiende principalmente a través de países con economías subdesarrolladas, según estudios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) 2003 y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) 2000.
Existen muchas historias de éxito de pueblos tortugueros sostenibles y eficientes, que funcionan lo más armoniosamente posible, en conjunto con los habitantes nativos de dichas zonas.
El modelo económico de los pueblos tortugueros permite el real rescate de la población en situación de pobreza, pese al aislamiento, las dificultades de infraestructura, la activación de políticas públicas y situaciones generales de inseguridad.
De continuar la disminución en las poblaciones de tortugas marinas, los países con economías en desarrollo serán los más afectados; razón por la cual siempre le resultará menos costoso a los gobiernos el apoyo a las labores de conservación, antes que atender las necesidades económicas de todas esas poblaciones.
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