Tuve la suerte de disfrutar estas fechas en el
estado de Michoacán, con un recorrido que
comenzó en Morelia, su capital, donde las
catrinas, catrines, altares catrinas, catrines,
altares con diversas ofrendas, y fachadas
hermosamente decoradas te dan la
bienvenida, lo que no te evita el asombro sobre
las diversas manifestaciones que se ven en los
pueblos de Quiroga, Pátzcuaro, TzinTzunTzan
y Janitzio que están entre lo pagano y lo
espiritual, entre la alegría y la tristeza, entre lo
inesperado y lo que se acostumbra a ver en
fecha especial.
Es increíble ver como de cualquier rincón del
globo llegan viajeros ávidos de experimentar
en primera persona esa mezcla de lo pre-
hispánico, lo colonial y lo contemporáneo del
día de muertos, oler y conocer a la flor de
cempasúchil, que adorna los cementerios y los
altares, internarse como gente local para
probar el pan de muerto, el atole o el
champurrado, gozar del tequila, mezcal o
pulque (según los gustos del difunto y sus
familiares), así como dedicarle canciones de
mariachi o banda, vestir con su mejor atuendo
para honrar al que ya no está; todo para honrar
su “presencia” espiritual en esta noche
especial que se les permite venir al mundo
terrenal.Hay que prepararse para admirar
todo: desde cómo se rinde tributo a los niños,
almas que no duraron mucho tiempo entre
nosotros, de cómo se canta, de cómo se vence
al frío del cementerio invitando a los demás a
compartir con ellos, en las casas, cómo se
iluminan con veladoras
Hay muchos lugares para gozar de estas
tradiciones tan mexicanas, aunque algunas
pueden tener pequeñas variantes según la
zona geográfica: ya sea en la Huasteca
Potosina o Hidalguense, Huaquechula en
Puebla, en Oaxaca, Mixquic en Ciudad de
México o destacando el sincretismo religioso y
el arraigo por su herencia, una experiencia
totalmente inolvidable y que nos hace re
pensar sobre la huella que dejaremos al irnos
entre nuestros seres queridos.