Desconocidos Junio 2013 | Page 15

Laura y las memorias de nosotros sus ahogados

Cuento

Aún recuerdo el día que morí, llevaba un vestido ligero.

Cuando era muy pequeña mi madre solía decir que el mar es muy volátil y me advirtió rotundamente que tuviera cuidado porque las olas abrazaban fuertemente hasta dejarte inerte, sin vida. Todavía evoco sus palabras fantasmales, casi hipnóticas, en mi memoria que aún no conocía el mar que se la habría llevado el verano próximo.

Desde el día de su deceso, siempre vería el desconocido mar en mi cabeza, soñar a ahogarme, a remplazar el aire de mis pulmones por aquella agua salada en aquel enorme sepulcro de tesoros escondidos, de barcos y esqueletos piratas; de bellas sirenas y otros asombrosos descubrimientos.

Al crecer empezaba a preguntarme: ¿Cómo se sentiría ahogarse? ¿Tener los pulmones llenos de agua? Me parecía algo muy liberador, una nueva aventura. Mi vestido flotando en la corriente marina conforme la luz que se haría más y más débil al momento del hundimiento, el barco de mi cuerpo desprendiéndose de sus redes pesqueras.

Laura empezó a encontrar objetos marinos en su casa, estrellas de mar. Conchas. Casi llegó a creer que en su cabeza retumbaba un eco, una voz: vuelve, es tu casa; yo no la comprendía, casi llegué a creer que mi voz era el eco de Laura.

Por: Gabriela Puc Hernández