DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 661
DERROTA MUNDIAL
Los pueblos occidentales tampoco están reconociendo a sus amigos ni a sus enemigos;
combaten a los primeros y ensalzan a los segundos. La derrota de Alemania fue la de toda
una época; la de toda una civilización. Al contribuir a aniquilar al Ejército Alemán, Occi-
dente se mutiló a sí mismo y se privó del arma más eficaz que hasta ahora ha surgido contra
el bolchevismo. Mas al inmolarse en el combate y trasponer los arcos irreversibles de la
historia, ese ejército dejó un ejemplo de cómo pueden alcanzarse las más altas cumbres del
esfuerzo humano cuando se lucha por un ideal.
Los países occidentales no disponen ahora de las 200 divisiones que Hitler acaudilló en
la URSS, ni del espíritu de categórica determinación y de incondicional sacrificio que las
alentó en su lucha.
Ahora Occidente tiene una parte creciente de sus enemigos en casa y otra fuera. El
enemigo interior es el más peligroso porque lo traiciona, le enturbia sus valores morales y lo
va cargando de lacras inherentes al SUPERCAPITALISMO que le va imponiendo.
Supercapitalismo israelita en casa (en la forma de monopolios y estatismo) y marxismo
israelita fuera, son dos manifestaciones de UN MISMO enemigo. Dos extremos de UN
MISMO movimiento político anhelante de la hegemonía mundial.
Ese enemigo ÚNICO, de dos caras, es el que ha impuesto en Occidente la fórmula de
hablar alharaquientamente en contra del comunismo y actuar discretamente a favor de él.
La dominación material es transitoria, por dura que parezca. Desde Ciro hasta
Napoleón así se ha demostrado en la historia. Mil veces más temible es la subyugación de
las mentes. Para lograrla, el judaísmo político ha venido corroyendo y desmoralizando la
voluntad do los pueblos. Es evidente que espera lograr en el Mundo Occidental un
desplome interior, o bien, una devastadora guerra que mediante el instrumento deL
marxismo dé el triunfo universal al pueblo elegido.
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A la luz de estos hechos la situación es clara: mientras Occidente no se libre de la
influencia hebrea —que a través de diversos conductos, como el de la masonería, le desvía
sus pasos y le alienta su cómoda disipación ante el peligro—, no desenvolverá su pasión na-
cionalista y sus impulsos místicos, que son los veneros de donde puede extraer las fuerzas
espirituales para su defensa.
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Hay indicios de un parcial desacuerdo entre los líderes políticos judíos de Oriente y los de
Occidente. Al parecer los primeros quieren que perdure el mando secreto que ha dirigido a la
Diáspora, y muchos de los segundos se inclinan por un gobierno público mundial sionista, con un rey
judío a la cabeza.
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