DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 528
Salvador Borrego
Como sucesor de Hitler, Doenitz inició gestiones para que la rendición de Alemania
se efectuara únicamente ante Inglaterra y Estados Unidos, y pedía que le permitieran
continuar la lucha para evitar el avance bolchevique. Aunque Alemania estaba
terriblemente desangrada (con 6,698,000 soldados muertos, desaparecidos, heridos o pri-
sioneros, más medio millón de civiles muertos por los bombardeos), el ejército y el pueblo
apoyaban esa actitud.
De esto da una idea el coronel Rudel al hablar del estado de ánimo en su Escuadra de
Stukas al conocerse la muerte de Hitler: "La impresión y la consternación en la tropa,
cuando llega la noticia de la muerte del Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas del
Reich, es inmensa. Pero las hordas rojas siguen desolando nuestra patria y por eso es pre-
ciso seguir luchando... Así lo exige el terrible destino que nos amenaza. Así también lo
exige nuestra misión que nos ha puesto en el centro de Europa, obligándonos por siglos
enteros a servir de bastión y de represa contra las oleadas que provenían del Este.
Si Europa nos comprende, si lo desea o si observa todo con una indiferencia mortal, si
nos contesta con enemistad... ¡todo esto no cambia en nada el hecho de que tenemos que
cumplir con nuestra misión europea! ¡Queremos poder llevar altiva la cabeza cuando se
escriba la historia de nuestro Continente!... ¿Reconocerá el Occidente la última ocasión
que le queda para contener al Este, plegándose a nosotros contra el bolchevismo, o no
comprenderá la seriedad de la situación actual?..." En representación del almirante
Doenitz, el almirante Von Friedeburg (el que había entrenado a cientos de tripulaciones
submarinas) gestionó y obtuvo que el mariscal británico Montgomery aceptara el día 4 de
mayo la rendición en todo su sector, o sea el norte de Alemania. Pero luego Eisenhower —
con el apoyo de Truman— se opuso resueltamente a ese armisticio que podía detener el
avance bolchevique en el frente del Este.
"En esos últimos días —dice Doenitz— no teníamos nada, ni balas para nuestros
cañones. Nosotros sólo teníamos valor. Fue entonces cuando di la orden de que la
Wehrmacht se retirara del frente antisoviético. De haber tenido nosotros municiones, los
rusos no hubieran penetrado un centímetro dentro de nuestras fronteras... ¡Ni un solo
centímetro! Cuando retiré el ejército sabía que los rusos nos abrumarían, pero si no hubiese
ordenado la retirada, más de dos millones de soldados alemanes, sin municiones para
contestar, hubieran sido incomunicados por el ejército rojo, copados y encarcelados como
esclavos de los comunistas. Por consiguiente, salvé de la muerte a dos millones de
muchachos alemanes... y al mismo tiempo hice muy felices a los rusos".
Otro intento para detener el alud bolchevique, en beneficio de Alemania y de Europa,
fue realizado simultáneamente por Heinrich Himrnler, jefe de la policía alemana y en cierta
forma el personaje más importante de la maquinaria nazi, junto con Doenitz y Goering. El
mayor John C. Schwarzwakder, del Servicio de Inteligencia de los Estados Unidos, refirió
cómo Himmler se puso en contacto con los norteamericanos: "Entre los grupos que
teníamos más ganas de atrapar estaba la Geheime Feld-Polizei. Nosotros los del servicio
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