DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 519
DERROTA MUNDIAL
Todos los presentes se apresuraron a hacer encargos a los dos que partían; algunos
escribieron cartas. La señora de Goebbels dio a Hanna un anillo "para que lo usara en su
memoria". Von Greim y Hanna salieron de la Cancillería. Iban a realizar el último y
supremo esfuerzo de la defensa de Berlín.
En eso llegó un mensaje, cuya lectura hizo a Hitler ponerse en pie de un brinco. Los
presentes se preguntaban qué podía ya ocurrir a aquellas alturas. "¡Mussolini ha sido
asesinado!", exclamó Hitler. Un grupo comunista lo capturó y lo ejecutó cerca del Lago
Como, cuando pretendía emigrar a Suiza. Junto con Mussolini perecieron Clara Petacci y
11 líderes fascistas. Todos los cadáveres fueron exhibidos en Milán, colgados de los pies, y
se les infirieron innumerables vejaciones.
Las malas noticias se sucedían ininterrumpidamente. Con demora se recibió un
mensaje del mariscal Keitel, que decía: "El ejército del general Wenck ha sido dispersado"...
Estas ocho palabras esfumaban las sombras de la última esperanza.
Y esa misma noche (29 de abril) se supo que había caído el Reichstag, centro de
desesperada resistencia. Se combatía ya en céntricas calles, como en Postdamerstrasse. Las
juventudes hitleristas y las tropas SS hacían terribles esfuerzos por mantenerse en las ruinas
que defendían.
Al rendir estos desfavorables partes a Hitler, el general Weidling le dijo que la
resistencia no podría durar más de 48 horas y le propuso salir de Berlín. Axmann, oficial de
las Juventudes Hitleristas, le aseguró que la escapatoria tendría éxito. Hitler se negó
rotundamente. Llamó a Goebbels y una vez riñas le ordenó que saliera de la ciudad, junto
con su familia, pero Goebbels no quiso salir. Seguro ya del final, el Führer mandó
envenenar a su perra "Blondi". Los aullidos de muerte del animal eran como un lúgubre
presagio.
Todo esto ocurría poco antes de la cena con que Hitler y Eva celebraron su
matrimonio la noche del día 29. Se sirvieron varios platillos vieneses populares, entre los
que figuraba una especie de "Choucrout" con salchichas y pan de centeno. En la mesa "no
hablaron de otra cosa —dice una de las secretarías—que de su próximo suicidio. No pude
soportarlo. Me excusé y salí del comedor. Esto sucedía como a la media noche". Hitler
tuvo momentos de gran tranquilidad y hasta llegó a bromear; manifestó que se sentía
dichoso por haber podido regularizar su situación antes de morir. Eva parecía melancólica.
Poco antes Hitler le había entregado unos frascos de veneno. Tal vez pasó entonces por la
mente de Eva una anotación que hizo en su Diario 7 años antes, en el verano de 1938:
"Sé ahora que nunca podrá separarse de mí. Me entregó un anillito que dice: 'Hasta
que la muer te nos separe'. Al dármelo me miró de tal manera que sentí que mi garganta
quedaba seca... Sus manos son hermosas. Cuando estamos juntos suele ponerse triste
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