DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 381
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experimento". Tan sólo la aviación inglesa, que en 1940 había arrojado 5,000 toneladas de
bombas sobre poblaciones alemanas, en 1943 lanzó 180,000. Roosevelt secundó el
terrorismo con mayores fuerzas. El 4 de julio (1943) la aviación aliada concentró sobre
Colonia uno de sus más poderosos ataques terroristas. Rodolfo Nervo, diplomático
mexicano que entonces se hallaba cerca de esa ciudad, escribió sorprendido: "Hombres y
mujeres revelan tal serenidad, una conformidad tan estoica ante la catástrofe que sé abatía
sobre la patria, que me hacían preguntarme qué resorte interior, qué armadura moral
sostenía a aquel pueblo que en esos momentos mismos y en diversos confines de la
Alemania atormentada, recibía inalterable el terrible huracán de hierro y fuego. ¿Consigna
nacional? ¿Fanatismo? ¿Vocación para la adversidad?”...
Cada bombardeo de terror costaba a la aviación aliada de 80 a 120 tetramotores y de
800 a 1,200 tripulantes especializados; el desgaste era alto, pero podía sostenerlo porque
casi todas sus energías se concentraban sobre un solo enemigo.
El terrorismo aéreo se intensificó a partir de julio. Del 24 de ese mes al 3 de agosto
hubo cuatro bombardeos nocturnos y tres diurnos contra Hamburgo. Jamás se había visto
nada semejante. Se arrojaron 80,000 bombas explosivas, 80,000 incendiarias y 3,000 latas
de fósforo para avivar los incendios, cuyo resplandor era visible a 200 kilómetros de
distancia. 250,000 viviendas fueron arrasadas, o sea la mitad de las existentes, y un millón
de personas se quedó sin hogar. El primero de esos 9 bombardeos contra Hamburgo fue la
noche del 24 al 25. Churchill mandó que todos los efectivos de la RAF fueran
concentrados para ese ataque, en el que se inauguró el procedimiento de arrojar tiras de
papel metálico, a fin de confundir y desorientar al radar alemán, como así fue. A la mañana
siguiente, mientras la insomne población de Hamburgo luchaba frenéticamente para domi-
nar los incendios, la aviación de Roosevelt hizo llover otra catarata de bombas. Ataques
semejantes, de 700 a 1,000 aviones, se repitieron de día o de noche el 27, el 28 y el 30 de
julio, y por último, la noche del 2 al 3 de agosto.
Era tal la cantidad de humo de los incendios que miles de personas se salían de los
refugios antiaéreos en busca de aire, pero afuera el humo era igualmente denso. Muchas
mujeres trataban inútilmente de salvar a sus hijos levantándoles en brazos y corriendo en
busca de atmósfera respirable. Hubo 40,000 muertos, entre ellos 5,000 niños. Los
escolares trabajaban sin cesar auxiliando víctimas. El jefe de la Policía rindió un informe al
Alto Mando que decía: "Lo terrible de la situación se manifiesta en los rugidos furiosos del
huracán de fuego, el ruido infernal de las bombas al estallar y los gritos de muerte de las
personas torturadas. El -idioma no tiene palabras ante la magnitud de los horrores".
Para colmo, Hamburgo tenía mermada su defensa antiaérea porque numerosos
cañones de altura acababan de ser enviados a Italia, que ya estaba tramando la traición.
Barrios residenciales enteros desaparecieron de la noche a la mañana; los hospitales se
atestaban de heridos; los servicios de alumbrado y aguas se interrumpían y la ciudad quedó
transitoriamente muerta. La carga de explosivos en esos ataques fue equivalente al poder
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