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DERROTA MUNDIAL
Y mientras se seguía manteniendo más o menos coordinado el frente de Rusia, la
oposición de numerosos generales tomaba ocultos cauces de conspiración y esto iba a
agravar la situación de Alemania.
El general Olbricht, el general Oster y varios allegados suyos en el sector central del
frente ruso, como el general Von Treskow, planearon el asesinato de Hitler y pusieron una
bomba en el avión, de éste, pero no estalló. Para favorecer futuros planes, el general
Olbricht logró que su cómplice, el general Stauffenberg, fuera nombrado jefe del Estado
Mayor del Departamento General del Ejército. El doctor Stroling, alcalde de Stuttgart,
buscaba la amistad de la esposa de Rommeí, para influir en éste; el general Stuelpnagel,
comandante en París, y el general Speidel, ayudante de Rommel, creían posible una paz
por separado con Inglaterra. Y el colmo era que a todos ellos los protegía el Servicio
Secreto Alemán, a cargo del Almirante Canaris, quien hacía preparativos para controlar el
ejército del interior, con vistas a un futuro golpe de Estado.
Aunque Hitler presentía algo, ignoraba que hubiera propiamente una conspiración:
El 9 de marzo de ese año de 1943 Goebbels anotó en su Diario: "La opinión del Caudillo
acerca de los generales fue desfavorable... Su preparación ha sido errónea... Es devasta-
dor el juicio que el Caudillo hace de los generales".
Los generales se habían equivocado muchas veces contradiciendo a Hitler; cuando la
anexión de Austria, cuando la campaña de Polonia que no creían viable en tres semanas,
cuando las operaciones aerotransportadas de Holanda, cuando la campaña de Francia y
cuando juzgaban imposible afrontar el invierno de 1941 en Rusia. Fue fatal para Alemania
que esas reiteradas equivocaciones hicieran que Hitler perdiera la fe en sus generales, pues
luego ya no les creyó ni los cálculos en que sí estaban atinados. Y ellos, por su parte, se
amargaron más, y un cisma insalvable perturbó al Alto Mando.
MATANZA DE PRISIONEROS
Al materializarse en el régimen bolchevique, el marxismo israelita conservó sus perfiles
de internacionalismo, que parece ser el sello con que el judío marca todas sus creaciones.
Según el marxismo, todo comunista debe servir a la III Internacional sin tomar en cuenta
su nacionalidad, sus costumbres y su gobierno. Esta monstruosa condición se puso de
manifiesto cuando Stalin ordenó que los prisioneros alemanes que antes de la guerra
hubieran pertenecido al Partido Comunista, fueran tratados como desertores y ejecutados.
Churchill se enteró de eso en la conferencia de Teherán, el 28 de noviembre de 1943,
pero sus presuntos ideales de libertad —por los cuales decía que luchaba Inglaterra—
resultaron menos profundos que su odio contra Alemania y guardó silencio.
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