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DERROTA MUNDIAL
simplemente se oponían al régimen, Hitler y las masas del pueblo formaban el núcleo de la
lucha.
Cuando se reanudaron las operaciones en Rusia, en 1942, muchos de los generales
que habían estado a punto de derribar a Hitler en 1938, primero, y en 1939, después,
volvieron a inquietarse. El general Halder, jefe del Estado Mayor General, se opuso a los
nuevos planes. Censuraba la creencia del Führer, de que la inflexible voluntad para la
victoria y la implacable persecución del objetivo hacían milagros. Decía que todo eso eran
"especulaciones místicas". Por su parte, Hitler se quejaba de "ese predicador turbulento del
establecido orden militar" y acabó por destituirlo. En su lugar nombró al general Kurt
Zeitzler, quien dice que en el Alto Mando encontró una atmósfera de desconfianza e ira".
Nadie confiaba en sus camaradas y Hitler desconfiaba de todos.
Al destituir a Halder, Hitler le enumeró todas las diferencias y choques que habían
tenido y le drjo que esa lucha permanente con el Estado Mayor le había consumido la
mitad de sus energías. Agregó que la tarea del Ejército ya no era un asunto de capacidad
profesional, sino de "fervor nacionalsocialista", palabras que ciertamente no hallaban eco en
la mayoría de los jefes de Estado Mayor.
Pero a pesar de las remociones, la resistencia a Hitler continuaba. El propio Von
Paulus, que dirigía el ataque sobre Stalingrado, no tenía mucha fe en la empresa. Hitler
observó el 21 de agosto: "Cuando se emprende una acción militar diciéndose: ¡Prudencia!,
esto puede fracasar entonces no puede menos que fracasar. Cuando se quiere forzar la
decisión, hay que estar dispuesto a ir hacia adelante, ocurra lo que ocurra".
Halder refirió posteriormente que a Hitler le hubiera gustado remover a todo el
Estado Mayor General, si hubiera tenido con quién reemplazarlo. Pensaba que los
integrantes de ese cuerpo "no ponían todo el corazón en su idea".
"En la Wehrmacht —decía Hitler en 1942— hacen falta cinco días para que una orden
mía se traduzca en hechos. En el Partido todo se hace rápida y simplemente. En el Partido
reside nuestra fuerza de acción... Desconfío de los oficiales con espíritu demasiado
teórico... Me gustaría saber lo que resulta de las teorías en el momento de la acción". En los
oídos de muchos profesionales y especialistas esto sonaba a imperdonable herejía.
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A principios de este siglo el mariscal Schlieffen decía: "La calificación de estratega no se puede
adquirir por nombramiento, sino únicamente por nacimiento". Y otra autoridad en la materia, Von
Clausewitz, decía el, siglo pasado: "¿Arte o ciencia de la guerra? Ciencia en cuanto a sus
conocimientos. Arte en cuanto a dominar el asunto de que trata... La mayor parte de los
conocimientos y aplicaciones útiles en la guerra se condensan en unos cuantos principios
importantes... Sólo asi se explica la frecuencia con que han aparecido en la guerra, y en sus puestos
más elevados, aun como generales en jefe, hombres que hasta entonces orientaban su actividad en
dirección completamente distinta. Así se explica también que los más ilustres capitanes no hayan
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