DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 262
Salvador Borrego
Agregando los heridos y los muertos, el gran total correspondía a más de 300
divisiones. Hasta entonces, 700,000 soldados alemanes habían caído en Rusia.
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35 divisiones blindadas soviéticas, compuestas cada una de 400 tanques, fueron
totalmente aniquiladas del 22 da junio al 18 de octubre, y otras 30 quedaron gravemente
mermadas y desorganizadas.
Lo que se creía que era el Ejército Rojo había sido ya vencido por la fuerza numérica
inferior de 178 divisiones alemanas y del Eje. En 2,600 años de historia de las armas, nunca
una contienda había sido tan dramáticamente gigantesca y desproporcionada como la
campaña alemana de la URSS. Todo lo que exageradamente podía exigirse del ejército
alemán fue exigido hasta octubre de 1941, cuando aproximadamente 325 divisiones
soviéticas, integradas por cerca de 5 millones de combatientes, habían sido ya destrozadas.
El Alto Mando Alemán, que originalmente concibió al Ejército Rojo Integrado por 300
divisiones, tuvo entonces la certeza de que la victoria era ya ineludiblemente suya.
De otra manera Hitler no habría proclamado la victoria, ni hubiera dicho que la batalla
de Vyazma era la última de la campaña en Rusia, ni hubiera afirmado que el enemigó había
sido aplastado y que ya jamás se recobraría. Si el ejército rojo no hubiera perdido más de
300 divisiones en los primeros tres meses y medio de lucha, y si la propaganda aliada
hubiera estado en lo cierto al afirmar que los soviéticos se habían retirado intactos para
atraer a los alemanes a una trampa, el Mando Alemán no habría proclamado la victoria
para ponerse deliberadamente en ridículo. Era tal su certeza de que ya tenía asegurada la
victoria, que en noviembre comenzó a desmovilizar algunas divisiones, en la creencia de
que ya no serían necesarias.
Fue absolutamente falso que el ejército rojo hubiera cambiado territorio por tiempo y
rehuido el combate para presentar batalla cerca de Moscú. Todos los ejércitos que lanzó a
la lucha se afianzaron firmemente a su terreno y fueron destrozados.
Si la suerte de la campaña cambió al entrar el invierno, fue exclusivamente porque
ejércitos soviéticos de refresco, con los que nunca soñó el mando alemán, entraron en
acción inesperadamente. Lo que entonces hizo el agotado ejército de Hitler para sostenerse
rebasó los linderos de lo previsible y tuvo características de milagro militar.
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"Mi suerte -— confesaba Hitler en esos días—• es que puedo sosegarme. Antes de ir a la cama
me ocupo de arquitectura, contemplo los cuadros, me intereso por cosas completamente diferentes a
las que han ocupado mi espíritu durante el día. De otro modo no podría dormir". Y hablando con
Himmler, le decía: "El poderío de que hoy disponemos sólo puede justificarse a mis ojos por el
establecimiento y expansión de una gran cultura. Llegar a ella debe ser la ley de nuestra existencia".
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