DERROTA MUNDIAL - EDICIÓN HOMENAJE AL AUTOR DERROTA MUNDIAL (Edición Homenaje) | Page 254
Salvador Borrego
mariscal ruso Timoshenko. El oficial alemán Otto Skorzeny se hallaba en ese frente y da el
siguiente testimonio ("El Soldado Ruso"):
"Sin reparar en los destrozos causados por la metralla penetraban continuamente más
compañías, como empujadas por una fuerza invisible, en la zona prácticamente
infranqueable. Nuestros ojos, con el auxilio de los prismáticos, se resistían a contemplar
escenas tan espantosas... Este cuadro horrible nos hizo tal impresión que sólo con la ayuda
del vodka nos pudimos sobreponer a ella. Aquello no era luchar; era, simplemente, una
matanza. Sin culpa por nuestra parte, porque el enemigo atacaba ciegamente...
El ruso, fatalista, jamás considera importante su personalidad. Carece completamente
de autocrítica y de compasión para consigo mismo. Los reveses que sufre los acepta como
destino natural, y en esta forma los sobrelleva más fácilmente". En muchas ocasiones, dice
Skorzeny, los prisioneros rusos utilizados como enterradores arrojaban con los muertos a
sus propios carnaradas heridos, y era necesario que los vigilantes alemanes intervinieran
para salvar a esos desventurados.
"En el aspecto físico del soldado ruso —añade— tropezamos igualmente con muchos
fenómenos inexplicables e incomprensibles para el mundo occidental. ¿Qué explicación
hay para la casi sobrehumana fortaleza y resistencia del hombre ruso? Aunque parezca
paradójico, el soldado ruso saca la fuerza para su disposición de combatiente, de su condi-
ción profunda y casi mística... En cuatro años de lucha dura y terrible en Rusia supimos los
alemanes de lo que son capaces los rusos en virtud de esta tendencia mística. En julio de
1941 alcanzó mi división la localidad de Nelie, al sureste de Smolensk. Ahí aparecieron los
tanques rusos T-34 (con coraza de 7 centímetros).
Sus ocupantes jamás se rendían aunque quedaran aislados. El soldado ruso luchaba
dentro de las líneas enemigas, sin pensar en la posibilidad de retirarse. Cuando el tanque en
llamas lo obligaba a salir de él, seguía luchando con pistola-ametralladora y bombas de
mano hasta su inevitable fin".
Asimismo hace notar Slcorzeny que el ruso no sólo combate fieramente en masa, sino
también aislado, y la muerte no le causa ningún horror; casi está exento de individualismo
y ante su fin personal confía en el porvenir de todos. Su vida ha sido tan dura bajo los zares
y bajo el bolchevismo, que la muerte es vista en muchos casos como una liberación.
"En Gshatsk, sobre la autopista Smolensk-Moscú, dos hombres viejos y tres mujeres
fueron heridos por una bomba- soviética. Sus compañeros del pueblo —sigue diciendo
Skorzeny— sé echaron sobre ellos después del primer susto, y nosotros creíamos que que-
rían recoger a los heridos. Sin embargo, los despojaron de sus chaquetas de lana, grises y
sucias; les quitaron las bofas de fieltro, casi rotas, y, se alejaron con su botín. Nadie pensó
en ayudar a los heridos, y tampoco se oyó ninguna queja por parte de éstos.
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