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departamento de Córdoba con Norte de Santander y Arauca, delineando una línea
divisoria entre el norte y el centro del país.
Durante ese año, los paramilitares cometieron seis masacres, con un total de 69
muertos, que hicieron huir a más de ocho mil tibuyenses. Los habitantes recuerdan
que muchas de las masacres ocurrían los sábados, que era el día en que se reunían
en la cabecera municipal o en las vías los comerciantes, vendedores de drogas,
prostitutas y raspachines.
Habitantes de La Gabarra, el corregimiento de Tibú más golpeado por la guerra,
cuentan en el informe que los sábados se movían “entre 10 mil y 15 mil millones de
pesos, producto de la actividad del narcotráfico, de las vacunas que pedían por cada
vaca, gaseosa, cerveza y demás
productos que entraban a la zona
y de las extorsiones directas a los
comerciantes”.
Fue en 1999 cuando 200
paramilitares, en seis camiones,
transitaron la ruta que después
se conocería como “camino de la
muerte”,
desde
el
Urabá
cordobés, centro de operaciones
de la Casa Castaño, hasta Tibú.
Entraron fácilmente al pueblo,
según el informe, porque el Ejército removió los puestos de control, y solo tuvieron
que superar un retén militar. Estuvieron en Tibú entre el 29 de mayo y el 21 de
agosto, y fueron victimarios de tres masacres, en La Gabarra, Socuavo y el casco
urbano.
Entre 1997 y 2004 la guerrilla tampoco se quedó quieta. Aumentaron los sabotajes
contra la infraestructura y los ataques a instalaciones militares. Además, para no
perder el control de la economía cocalera, las Farc se ensañaron contra los
raspachines. En nueve masacres dejaron 87 muertos. El terror que sembraron, junto
al de los paramilitares y otros victimarios no identificados, hicieron huir más de 30
mil personas en en época, según datos del Registro Único de Víctimas.
Los tiempos de horror empezaron a apaciguarse, lentamente, a partir de 2006,
después de la desmovilización del Bloque Catatumbo, en el marco de Justicia y Paz.
Eso, sumado al control militar del gobierno de Álvaro Uribe, acabó con una penosa
racha de años y años de masacres y disminuyó algunos índices de violencia.
A pesar del terror generado por la guerra y el abandono, los tibuyanos, concluye el
informe, son un claro ejemplo de una comunidad que ha buscado sobrevivir ante la
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