—Uy, qué seria. Todavía que tocaran Los espíritus
oscuros, pero esto sí suena bien.
—Malditos espíritus. No nos dejan tranquilos ni un
rato con su escándalo.
—Mejor cállate, Chobi.Yo vivo ahí, y lo padezco más.
—¡Rafa! Tu novia está criticando a tu hermano.
—Cállate, animal. Tú empezaste.
—¿No quieres tantito?
—Si Sabina los cacha metiéndose esa cosa en su casa,
los mata, ¿no?
—N’ombre, qué va. Ella es peor.
—¿Y Laura?
—Esa nomás es naturista y ninfómana.
—Bien sana.
—Y bien buena.
—Mejor ya cállate, no la vayas a regar. Ahí viene el
Rafa.
—Estuvo bien la obra, ¿no, mi amor?
Si no tomamos en cuenta los retortijones que sentí
cuando a Rafael le tocó estrujar a Laura en escena, sí, la
verdad la función había salido muy bien, con el teatro lleno
a reventar. Esa noche, Rafael, Juan Carlos, el Chubby, y
el resto del elenco, salvo Laura -que se marchó temprano
“porque no le gusta desvelarse”-se pusieron hasta atrás
de todo lo que encontraron. La casa de Sabina era un
verdadero arsenal de vicio. Había de todo, pero yo sólo
le entré al alcohol. Quién se lo hubiera imaginado. Tan
decente que se ve la señora.
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