Café griego
Al pasar delante del establecimiento ve en la puerta al camarero y no se atreve a rechazar el ofrecimiento de cobijo . Es amable y tiene unos ojos francos que la invitan a pasar . Ella entra cansada , dolorida y agarrotada . Pero , sobre todo , desvalida . Al cruzar el umbral le inunda un olor a horno , un olor que acaricia y abofetea a un tiempo y resucita su hambre apenas aplacada por un desmayado desayuno de estación ferroviaria .
La imagen de una moussaka humeante y dorada sacude su compostura inexistente a la vez que la amenaza del vómito de lo que no tiene llega hasta su garganta seca .
Las rodillas le tiemblan , las lágrimas se le agolpan y entre ellas entrevé los ojos francos que le preguntan en griego si se encuentra bien . Responde que sí y que no y se deja conducir a una mesa frente a la ventana .
—¿ Café ? No dice nada y mira a través del cristal . Llueve dentro de sí . Fuera también .
Las manos de los ojos francos depositan frente a ella un vaso de agua y un café fuerte , espeso , amargo y caliente . Él se retira y ella mira la taza . Dicen que hay quién es capaz de leer los posos del café . Toma un sorbo . Casi un bocado , un mordisco .
La boca se le llena , los labios se le ensucian , un poco de agua ayuda a tragar el café .
Desde otra mesa alguien la observa . Una mujer con un pañuelo morado sobre los hombros , que aún guarda la forma de su cabeza . Piensa que se la habrá cubierto con él por la lluvia y al entrar a resguardo ha dejado que se deslizara .
La mira fijamente . Le parece raro que no le moleste su indiscreción . La mujer tiene sobre su mesa una copa de vino y un plato de moussaka . Siente nauseas al contemplar la mesa de la desconocida . ¿ Moussaka ? ¿ Vino ?
Mira su café y su vaso de agua . Bebe otro sorbo para quitarse el sabor del café . El sabor no , los posos . Se pasa la lengua húmeda por los labios . La desconocida la observa . La moussaka está intacta . La copa de vino también .
Tiene hambre y nauseas .
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