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A las puertas de la catedral

Una docena de calabazas apareció apilada a la puerta de la catedral antigua de Burgos . En las mañanas de noviembre como aquella , hacía frío y en el aire se respiraba un poco de niebla . Era casi imperceptible de cerca y brillaba luminosa entre las escasas antorchas de aceite , aún encendidas tras la celebración de la noche anterior . El resplandor del sol naciente salió al encuentro de la niebla , fundiéndose en el amanecer de la pequeña ciudad .
Amida se levantó temprano con la confianza de que ese nuevo día traería alguna buena noticia , tras una sucesión de reveses que estaban haciendo languidecer su vida . Estaba seguro de que la respuesta a sus plegarias estaba a punto de desplegarse ante sus ojos , en cualquier forma o apariencia .
Así que decidió abrir bien los ojos y entregarse a su trabajo de hospitalero , con total alegría y denuedo . Dejó que los peregrinos reanudaran su camino , preparó pan dulce y una infusión de té de roca , y cuando finalizó su desayuno se dirigió hacia las estancias , hasta el momento ocupadas , para dejar que el aire fresco entrara y limpiara con su fragancia el espacio , hasta ese momento abarrotado . Oyó una especie de balbuceo al fondo de la sala y se extrañó al escuchar un sonido así en aquel espacio comunitario y de paso , preparado ya para recibir a los nuevos caminantes .
Se agachó y vio el cesto y el niño , que estiraba los brazos hacia el cielo , y sonreía , ajeno a su situación , feliz de que Amida viniera a su encuentro . Había una corta nota a un costado , pero necesitaba su lente , que un peregrino le había regalado hacía unos meses , afirmando que era muy valiosa y acababa de ser inventada . Fue a buscarla para desentrañar las tres líneas que aparecían borrosas ante sus ojos y que decían así :

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“ Ruego a Dios compasión por mi hijo , debo abandonar el país , pues soy una proscrita . Abrid vuestro corazón a su pequeña alma que está deseosa de vivir ”.
Amida miró los pequeños ojos verdes del niño , la frente blanca y la boca entreabierta , y se lanzó a la calle con él , para buscar a Teresa , la mejor panadera del incipiente reino , que ya tenía montada la mesa con los panes junto a la entrada del templo catedralicio , lugar de encuentro y de trabajo para artesanos y comerciantes .