― Ella y Yo nos hallamos sentados en los roquedos del río Optimista , y Ella amenaza con provocar un incendio sentimental ... ¿ Pueden mandar un reten con equidad de bomberas y bomberos ?
La voz robotizada , henchida por la guasa de Él , se sale de la norma robótica , sigue la corriente chispeante y responde de esta forma :
― Aguanten ustedes lo que puedan ... No pierdan el optimismo de ese desfiladero esperanzado ... Ya acude en su ayuda un camión bomba autónomo , de esos que no llevan efectivos humanos , pero disponen de suficiente agua y un sofocador automático de lumbres ... Resistan sus fuegos todo lo que puedan ... Las aguas de la manguera lubricarán sus lúbricas calenturas .
A ambos se les desata la risa ... Aguanten ustedes lo que puedan ... Cómo para no aguantar , dice Él , a lo que Ella razona así :
― Tú y Yo estamos sentados en el borde del optimismo ..., sólo que Tú estas en la margen norte y Yo en la orilla sur ... Y ambas paredes del profundo precipicio están separadas por diez metros ... ¿ Podrás saltar hasta aquí , si tomas carrerilla ?
― No creo que pueda ― responde Él ―. Recuerda que soy un hombre indeciso . ― Y pregunta ―: ¿ Lo intentarás tú ?
― Lo dudo ... ¿ Olvidas que soy una mujer vacilante ?
― No nos queda otra que seguir esperando en nuestros respectivos precipicios ― dice Él , y arroja una lágrima al vacío .
― Algún día las fuerzas de un terremoto aproximarán nuestras orillas ― concluye Ella al tiempo que recoge el sollozo que Él ha lanzado .
Después , con las gotas saladas de sus ojos y el llanto de Él , Ella apaga la hoguera . Cuando se alejan , cada cual hacia su camerino , ambos murmuran :
― seguiremos siendo dos pronombres personales en la sombra de unos puntos suspensivos ...
El telón se cubre mientras un tramoyista , vestido de solsticio de verano , se descuelga por el decorado al tiempo que exhibe un cartel , de hierro oxidado , que dice así : “ Prohibido hacer fuego ”.
Página 90
Luis Carlos Blanco Izquierdo