brazo , que no era de piedra , sino de una carne sólida . Ese ángel , el que se hallaba al inicio de la curva de la cabecera , era su confesor .
Cuando se retiraba a la casa de los clérigos iba encogido , aunque un atisbo de sonrisa le salvaba , un día más .
Al entrar al zaguán se topó con ese hombre alto y estirado , ese que como él pasaba horas delante de la puerta . Y el hombre le miró de frente y con benevolencia .
― Id con Dios , señor . O mejor , ¿ por qué no aceptáis un vaso de buen vino en el figón ? ― No acostumbro a beber ― respondió el joven . ― Por una vez .
Con una leve inclinación de cabeza , el palentino echó a andar hacia el olor de asado . Aunque no volvió la cabeza , supo que el cura le seguía .
Ante un jarrillo de vino , el escultor esperó . Y de la boca del novicio salió un torrente de palabras . Juan de Valmaseda asentía y callaba , doliéndose del dolor ajeno porque dentro llevaba otro dolor , el de la creación .
El deán no quiso hacer demasiado caso ; ese curilla recién salido del cascarón aprendería a vivir con sus temores .
Llegaban los calorcillos y se agradecía el fresco de la nave . Maese Juan había comenzado el sepulcro de San Esteban pero sacaba tiempo para matarlo delante de la puerta del claustro .
Uno de aquellos días el escultor creyó notar un rictus nuevo en la boca de la jamba derecha ; los colmillos no parecían tan afilados ; el gesto de las figuras que se tragaba no era tan abatido . Juan se dijo que estaba influido por tanto mirar , pero esa sensación no se detuvo .
Aquella misma noche sor Evelia echó en falta al cura joven que dormía en el rincón del piso superior . Amaneció y encontró la cama cerrada . El novicio no apareció .
El deán escuchó a la monja y se encogió de hombros . La convenció asegurando que pondría en aviso a algún beneficiado . Pero todas las pesquisas eran concluyentes : el novicio Esteban había desaparecido .
A la mañana siguiente , el maestro de fábrica interrumpió su ronda en medio de San Llorente y dio un grito que se oyó en toda la calle . Corrió hacía la puerta de occidente y entró como un toro en la iglesia .
― Dónde están los sacristanes ; que llamen al arzobispo . ―¿ Qué os sucede ? ― acertó a preguntar alguien .
Al poco tiempo deán , beneficiados , chantres … todo el mundo se hallaba cerca de la puerta norte , mirando como idiotas a la cubierta del deambulatorio .
El maestro de fábrica estaba como ausente , acertando tan sólo a señalar con el dedo .
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