En estos años de aflicción recuerda su amistad con el leonés más universal del siglo
XX, cimentada en los primeros años treinta, y logra zafarse de la censura al publicar en
1946, Fábula de B. D. 5 , cuyas iniciales esconden el nombre de Buenaventura Durruti, al que
(como burgalés) considera, más que un Quijote, un Cid «campeador de los sempiternos de-
rrotados».
Viene después una extensa trayectoria literaria y periodística, en la que logra popu-
laridad en León a través de emisiones radiofónicas, con programas como Cartas a la tía Fe-
derica, y colaboraciones periodísticas que no finalizan hasta la hora de su muerte centenaria,
pues, cuando esta sucede, Diario de León todavía tiene en cola un par de artículos esperando
para salir a la luz en la sección «Crémer contra Crémer». Había comenzado con teatro, Con
el diamante del alba (1928). Se le sumaron treinta y dos poemarios, tal Nuevos cantos de
vida y esperanza (1951 y 1952). Llegaron las novelas, así El libro de Caín (1958). No faltó
alguna guía turística de León y Burgos. Por encargo, biografías, Libro de Vela Zanetti (1974).
Más obras autobiográficas (tan constantes en él) como Ante el espejo (1978), La cueva del
Minotauro (1988), o El libro de San Marcos (1981).
Quiso terminar su vida en Burgos, a donde volvía con cierta regularidad, incluidas las
visitas a Milagros, a casa de su amigo Vela Zanetti. Hacia la Cabeza de Castilla intensificó
sus atenciones a final de siglo. Pero no fue posible cerrar el acróstico vital.
Burgos, otoño de 2019.
Ignacio C. Soriano Jiménez
5
Lo hace en un folleto de Editorial Espadaña (León), y lo incorpora un año después al poemario Caminos
de mi sangre (Madrid, Adonais, 1947).