Una cosa habitual, sin embargo, es que
las maletas inteligentes con las que la gente
viajaba, se liasen a porrazos entre ellas. Esto
no era corregido por los DCR, ya que los due-
ños de dichos equipajes estaban obligados a
poner orden y evitar que la pelea se compli-
cara más de la cuenta y terminase todo el in-
terior de las valijas desparramado por el suelo.
Con todo esto que aquí resumo, sobre lo
que mi personaje estaba contándome, me
asaltaron muchas preguntas, pero dejé las
cuestiones referentes a la tecnología del pró-
ximo milenio para otro momento y me decanté
por interrogarle sobre el mundo emocional del
futuro, ya que en una sociedad de esteriliza-
dos, posiblemente el amor fuera muy diferente
al que existe entre nosotros hoy día.
—Oye —le interrumpí—, y dime, ¿cómo
son las relaciones sentimentales en ese 2984?
—Pues al no haber prácticamente dimor-
fismo entre los humanos, porque con lo de la
esterilización y la obesidad los órganos geni-
tales se irán atrofiando y los cuerpos unifor-
mando, las personas comenzarán a desarrollar
sentimientos profundos alternativos hacia
seres con inteligencia artificial, como robots o
lavadoras, aunque serán las maletas las que
pasarán a ocupar el principal motivo de deseo
emocional para los Homo sapiens de finales
del milenio, debido a la gran cantidad de horas
que tendrán que pasar juntos.
—¿Y las mascotas? Perros, gatos y todo
eso —le dije para averiguar qué fue, o será,
del mundo animal más cercano a nosotros.
—¡Qué mascotas ni qué nada, si todas
desaparecieron! —me contestó, como si
fuera lo más normal del mundo y yo el más
anormal por no saberlo—. Una vez instau-
rada la obligación de viajar constantemente 10
para paliar la depresión y mitigar el ansia sui-
cida de la población, las mascotas se convir-
tieron en un problema, ya que trasladarse
con ellas era difícil y contratar a alguien para
que las cuidara, más complicado todavía, así
que muchos comenzaron a abandonarlas con
lo que poco a poco se volvieron salvajes, de
manera que gatos, perros, periquitos y todo
tipo de animal doméstico regresó a su estado
natural.
—¿Y las vacas, cerdos y demás anima-
les destinados a la alimentación? —insistí en
el tema.
—Ja, ja, ja —se rio mi personaje—,
nada de nada. La alimentación, hacía varios
siglos que ya era completamente artificial.
Carne, verduras, hortalizas, todo, absoluta-
mente todo producto alimenticio, salía de los
laboratorios especializados en forma de pas-
tillas, grageas, jarabes y cosas por el estilo.
Y por supuesto, toda la comida estaba pen-
sada y diseñada para el cebado humano.
en un simple obstáculo virtual, como una pie-
dra o una bonita escultura, de la que te pro-
pondrá desviarte para no tropezar con ella. Y
si, por lo que fuera, al lado tuyo se encontrara
algún ciudadano viajero llorando (algo total-
mente prohibido, por otro lado) el DCR trans-
formará en tu cerebro esos llantos en
carcajadas.
De esa manera, tan apasionadamente
reseñada por mi amigo, me enteré de cómo
volvieron a existir toros salvajes, de cómo los
cerdos se hibridaron con los jabalíes y de
cómo las ovejas y las cabras recuperaron su
silvestre naturaleza pre-neolítica. Pero siem-
pre en pequeños reductos, ya que los 20.000
millones de seres humanos que habitarán el
planeta en el siglo XXX, habrán esquilmado
la naturaleza de tal manera, que los ecosis-
temas vírgenes serán meros parques temá-
ticos diseñados para turistas, por supuesto.
Toda aquella distopía, aunque salida de
un libro de ficción, me estaba poniendo mal
cuerpo y decidí que ya era hora de mandarle
a mi querido protagonista con el grupo de
monjitas mercedarias de la caridad, para que
les hiciera la visita guiada por el Museo de
Arte Contemporáneo de la ciudad.
10 Esta prescripción viajera del futuro siglo XXX, se
implantó (o implantará) gracias a que unos famosos
historiadores habían aconsejado hacerlo, puesto
que, según ellos, en el siglo XXI la gente viajaba
compulsivamente y parece ser, según la
documentación histórica conservada, que eran
bastante felices puesto que el índice de suicidios no
alcanzaba cotas excesivamente altas.