culdbura nº 14 Culdbura nº 14 | Page 63

Una cosa habitual, sin embargo, es que las maletas inteligentes con las que la gente viajaba, se liasen a porrazos entre ellas. Esto no era corregido por los DCR, ya que los due- ños de dichos equipajes estaban obligados a poner orden y evitar que la pelea se compli- cara más de la cuenta y terminase todo el in- terior de las valijas desparramado por el suelo. Con todo esto que aquí resumo, sobre lo que mi personaje estaba contándome, me asaltaron muchas preguntas, pero dejé las cuestiones referentes a la tecnología del pró- ximo milenio para otro momento y me decanté por interrogarle sobre el mundo emocional del futuro, ya que en una sociedad de esteriliza- dos, posiblemente el amor fuera muy diferente al que existe entre nosotros hoy día. —Oye —le interrumpí—, y dime, ¿cómo son las relaciones sentimentales en ese 2984? —Pues al no haber prácticamente dimor- fismo entre los humanos, porque con lo de la esterilización y la obesidad los órganos geni- tales se irán atrofiando y los cuerpos unifor- mando, las personas comenzarán a desarrollar sentimientos profundos alternativos hacia seres con inteligencia artificial, como robots o lavadoras, aunque serán las maletas las que pasarán a ocupar el principal motivo de deseo emocional para los Homo sapiens de finales del milenio, debido a la gran cantidad de horas que tendrán que pasar juntos. —¿Y las mascotas? Perros, gatos y todo eso —le dije para averiguar qué fue, o será, del mundo animal más cercano a nosotros. —¡Qué mascotas ni qué nada, si todas desaparecieron! —me contestó, como si fuera lo más normal del mundo y yo el más anormal por no saberlo—. Una vez instau- rada la obligación de viajar constantemente 10 para paliar la depresión y mitigar el ansia sui- cida de la población, las mascotas se convir- tieron en un problema, ya que trasladarse con ellas era difícil y contratar a alguien para que las cuidara, más complicado todavía, así que muchos comenzaron a abandonarlas con lo que poco a poco se volvieron salvajes, de manera que gatos, perros, periquitos y todo tipo de animal doméstico regresó a su estado natural. —¿Y las vacas, cerdos y demás anima- les destinados a la alimentación? —insistí en el tema. —Ja, ja, ja —se rio mi personaje—, nada de nada. La alimentación, hacía varios siglos que ya era completamente artificial. Carne, verduras, hortalizas, todo, absoluta- mente todo producto alimenticio, salía de los laboratorios especializados en forma de pas- tillas, grageas, jarabes y cosas por el estilo. Y por supuesto, toda la comida estaba pen- sada y diseñada para el cebado humano. en un simple obstáculo virtual, como una pie- dra o una bonita escultura, de la que te pro- pondrá desviarte para no tropezar con ella. Y si, por lo que fuera, al lado tuyo se encontrara algún ciudadano viajero llorando (algo total- mente prohibido, por otro lado) el DCR trans- formará en tu cerebro esos llantos en carcajadas. De esa manera, tan apasionadamente reseñada por mi amigo, me enteré de cómo volvieron a existir toros salvajes, de cómo los cerdos se hibridaron con los jabalíes y de cómo las ovejas y las cabras recuperaron su silvestre naturaleza pre-neolítica. Pero siem- pre en pequeños reductos, ya que los 20.000 millones de seres humanos que habitarán el planeta en el siglo XXX, habrán esquilmado la naturaleza de tal manera, que los ecosis- temas vírgenes serán meros parques temá- ticos diseñados para turistas, por supuesto. Toda aquella distopía, aunque salida de un libro de ficción, me estaba poniendo mal cuerpo y decidí que ya era hora de mandarle a mi querido protagonista con el grupo de monjitas mercedarias de la caridad, para que les hiciera la visita guiada por el Museo de Arte Contemporáneo de la ciudad. 10 Esta prescripción viajera del futuro siglo XXX, se implantó (o implantará) gracias a que unos famosos historiadores habían aconsejado hacerlo, puesto que, según ellos, en el siglo XXI la gente viajaba compulsivamente y parece ser, según la documentación histórica conservada, que eran bastante felices puesto que el índice de suicidios no alcanzaba cotas excesivamente altas.