Las Encinas
¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas
humildad y fortaleza!
Mientras que llenándoos va
el hacha de calvijares,
¿nadie cantaros sabrá,
encinares?
¿Qué tienes tú, negra encina
campesina,
con tus ramas sin color
en el campo sin verdor;
con tu tronco ceniciento
sin esbeltez ni altiveza,
con tu vigor sin tormento,
y tu humildad que es firmeza?
En tu copa ancha y redonda
nada brilla,
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.
Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece tu talante.
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.
(Solo reproducimos las estrofas que apa-
recen en el jardín)
Luis Cernuda
El amor (incluido en su libro Ocnos)
Estaban al borde del ribazo. Eran tres chopos jóvenes, el tronco fino, de un gris claro,
erguido sobre el fondo pálido del cielo, y sus hojas blancas y verdes revolando en las ramas
delgadas. El aire y la luz del paisaje realzaban aún más con su serena belleza la de aquellos
tres árboles.