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Así, buscando la visión del “otro” africano, de aquel que no tenía la posibilidad de ex- plicarse ante Europa, nos lo muestra recogiendo, a pesar de algunas exageraciones denun- ciadas, su voz, su sentir, sus costumbres, sus tradiciones, en definitiva, todo aquello que le lleva hasta el presente, expresando pues lo que de vital importancia permanece, lo que per- siste por encima de lo noticiable que pronto desaparece. En definitiva, nos dio a conocer lo que realmente es África y lo que son los africanos a través de la integración inseparable de éstos con el entorno, el paisaje en el que viven. Com- prensión de un mundo que esta muy fuera de aquel que en muchas ocasiones nosotros in- ventamos para ellos. Nos habla pues de su “otredad”, de la visión del otro, es decir, del conocimiento com- pleto del otro, del desconocido, que ha de abarcar su cultura, sus tradiciones, sus costum- bres, su quehacer político, su religión…; resumiendo, conocimiento del conjunto de los espacios o ámbitos en los que aquel se mueve y vive. Forma de pensar que se ha hecho extensible a cualquier otro continente o país con- creto, de ahí el valor didáctico de su pensamiento. De la ´otredad` de los inmigrantes Así pues, el concepto esencial de la ´otredad kapuscinskiana` no se queda ya sólo en África, sino que, transnacionalizado, se aplica hoy día a muchos de los países con los que, no sin tensiones, nos relacionamos. Sobre todo, alcanza a aquellos, hombres, mujeres y niños, que forman parte de la cre- ciente expansión migratoria actual empujada hacia nosotros por el hambre, las guerras, sis- temas políticos deshumanizados, asesinatos en masa, problemas medioambientales…, en los territorios que habitan. Se aplica fundamentalmente a los “condenados de la Tierra”, como señala Frantz Fanon, a los desheredados del planeta; situación de la que los países ´desarrollados`, con su vivir en la abundancia y en la modernidad, son deudores. Una ´otredad` que no ha ser unidireccional, como lamentablemente suele ocurrir, sino que ha de ser correspondiente con el conocimiento que los otros, los inmigrantes en este caso, deberían tener de la nuestra, del como somos y hacemos, fuera de los aspectos me- ramente económicos y de seguridad, al objeto de evitar frustraciones por su parte a su lle- gada y, por la nuestra, de actitudes deshumanizadas en su acogida. La razón es obvia: el conocimiento de la ´otredad` de los inmigrantes, bien explicada desde la sinceridad, desde la verdad, comprendiendo sus motivos para el abandono sus casas, sus familias, de sus seres queridos…, nos ha de llevar indefectiblemente, a saber de las virtudes y defectos mutuos, y de ahí a la tolerancia. Tolerancia absolutamente necesaria para desarmar el odio y la violencia del racismo, de la xenofobia y de la presente islamofobia, ideologías todas basadas en unos imaginarios llenos de intolerancia. Tolerancia y solidaridad social que no pertenece pues a ningún partido político, que no es pues patrimonio ni de la derecha, ni de la izquierda (los más volcados en cuanto a de-