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cionar justamente el que cumpliera los requisitos. Ese procedimiento no estaba autorizado en España. En la noticia no se explica muy bien la razón, que, supongo, será de tipo legal. No hay duda de que las nuevas técnicas médicas plantean problemas morales muy delicados. Sin embargo, en este caso, y permitan que exprese mi opinión personal, me parece una monstruosidad cerrar las puertas a una curación y permitir a cambio el sufrimiento de una criatura inocente. Como consecuencia, la familia se tuvo que trasladar (creo, a Bruselas) lo que supuso un gasto considerable. Finalmente, sin embargo, tras muchas vicisitudes todo acabó con- forme a lo previsto (al menos, así lo anuncia jubiloso el periodista que da la noticia). La pa- reja tuvo otra hija con cuyo cordón umbilical se pudo hacer el trasplante a su hermana, y ahora las dos hermanas estas sanas y sus padres felices. Una bonita historia con un bonito final. Se me olvidaba decirles que yo soy uno de los muchos embriones que se produjeron y que, al no tener la suficiente compatibilidad, tuvieron que ser desechados. La vida, lo digo sin acritud, es una cuestión de suerte. Naturalmente, de mí no tendrán más noticias. Alfonso Hernando Elvira Mateos