A continuación dejo una pequeña muestra, y además el enlace. En el blog “Un faro
en el desierto”, tengo colgados el resto de logofonías que escribí en esa temporada.
El escrito se debe leer respetando las indicaciones de “tempo” es decir, velocidad, que
aparecen en cursiva y entre paréntesis precedidas y seguidas de puntos suspensivos. Las
indicaciones son similares a las que se pueden encontrar en una obra musical y su traducción
es la siguiente:
―Allegro ma non troppo: velocidad normal de lectura
―Allegro: una velocidad más rápida de lo habitual
―Lento: leer de forma pausada espaciando las palabras
―Accelerando: se aumentará la velocidad de lectura progresivamente hasta alcanzar
el allegro.
―Rallentando: se disminuirá la velocidad de lectura hasta el moderato (lectura normal).
―,, : Dos comas. Pausa algo mayor que la coma habitual
―,,,: Tres comas. Pausa bastante mayor que la coma habitual
SEGUNDO PLATO ―
(logofonía para un premuerto)
Allegro, ma non troppo
Cuesta comenzar a escribir, siempre cuesta empezar a reunir unos caracteres que se
transformen en sonidos internos para todo aquel que repte con sus ojos por encima de ellos,
y cuesta mucho más si lo que has de contar es la muerte de un compañero, de un amigo que
todavía parpadea pero, que sin saber cómo ni por qué, tú has visto muerto dentro de un
inexplicable bucle del tiempo donde te has inmiscuido, de forma involuntaria, sin estar ebrio,
sin haber ingerido ningún tipo de droga alucinógena, sin padecer, o eso creo yo, alguna
enfermedad nerviosa que me pudiera producir este tipo de imágenes, apareciendo de
improvisto en medio de una conversación anodina, y lo que todavía me resulta más
asombroso, sin que esa conversación dejara en ningún momento de ser fluida, todo lo fluida
que puede ser aquella conversación entre dos compañeros de trabajo de los que uno ya está
jubilado y el otro permanece en una actividad anodina pero remunerada cada comienzo de
mes, conversación donde el jubilado recuerda años de gloria y el compañero activo traduce
esa información afablemente, con la esperanza de no llegar a tener nunca que añorar los
años laborales, pero con la sospecha de que sin embargo lo acabará haciendo y sin recordar
por el contrario ese sentimiento de repulsa que ahora siente hacia los que así los recuerdan,
y por ello cayendo en una melancolía que el propio monólogo del jubilado va produciendo a
modo de mantra hipnotizante, y tú escuchas y asientes y sonríes y arqueas los ojos y vuelves
a sonreír pero procurando que esta vez la boca muestre un aspecto diferente al que tenía
con la sonrisa anterior, a modo de variaciones sobre un mismo tema, y rellenas algunos
minúsculos huecos del monólogo con algunas exclamaciones afirmativas, un claro, un sí, un
desde luego, un ya me parecía, y luego variaciones otra vez de nuevas sonrisas acompañadas
ahora de un claro está, de un si si si, de un por supuesto, de un si es lo que yo digo (emitido
rápidamente para que el jubilado no se sienta interrumpido en su recorrido hacia el pasado),
y sin dejar de comer pero haciéndolo con la mesura necesaria para que no interprete que te
dan igual sus comentarios, que ya no puedes simular sorpresa porque son tan conocidos para
ti que resulta imposible revestirlos con cualquier ropaje novedoso, y le aprecias y le oirás con
cariño una vez más todos sus recuerdos mientras observas en su rostro cómo el tiempo ya
se ha encargado de ir anotándolos uno por uno en su semblante sin que hiciera falta que los
relatara, porque ya los escriben sus arrugas y sus ojos, sobre todo sus ojos, a los que
tampoco puedo mirar excesivamente no sea que malinterprete mi mirada, porque cuando un
amigo te cuenta algo has de dirigir tus ojos a sus labios, como reafirmando su conversación,
como asegurando una comunicación que el abismo de cada una de las soledades podría
arruinar con sus interferencias, justo lo contrario de cuando hablas con una persona a la que
amas.
https://unfaroeneldesierto.wordpress.com/2008/05/06/segundo―plato/