Fundamentación:
“ Yo soy como soy y tú eres como eres, construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a ser como yo o como tú”. Rafael Sebastián Guillén Vicente
La lógica individualista tiende a invisibilizar que nuestros proyectos de vida se inscriben en un proyecto colectivo. El modo en que se realiza esta inscripción es a través del vínculo que se va estableciendo entre pares y con adultos y será mucho más potente en la medida en se enmarque en proyectos más amplios, apoyados en una mirada valorizante de unos sobre otros. Es importante poner en cuestión el papel que cumple el esfuerzo individual como único medio para lograr ciertos objetivos, y visualizar además, el papel que tienen el acompañamiento social, las redes de apoyo, el tener lugar en la trama colectiva, la capacidad de desplegar potencialidades junto a otros.
A la hora de pensar la construcción de la identidad, de lo que se trata es de poner a jugar ambos polos de la tensión, entre lo individual y lo colectivo. En el proceso de crecimiento, en el desarrollo progresivo de la autonomía, la constitución de un“ nosotros” como referencia de identidad, forma parte de un proceso esperable y saludable.
En la sociedad de consumo se dificulta la promoción de proyectos de vida por fuera de la lógica de mercado. La mercantilización de las relaciones sociales produce que los lazos solidarios se disuelvan en pos de la rivalidad y la competitividad. La competencia como valor priorizado promueve sujetos centrados en sí mismos, que buscan su propio éxito y autosatisfacción. Asume una importancia cada vez mayor la figura del“ emprendedor”, alguien dispuesto a vivir permanentemente bajo la exigencia de rendimiento y la competencia ilimitada. Este sujeto se produce a sí mismo, es su propio capital y por lo tanto la fuente de sus ingresos. Todo depende de él, y valoriza sus experiencias en función de si sirven o no como inversión en sí mismo para mejorar sus capacidades y habilidades para estar mejor ubicado en el mercado. Todo fracaso se mide como falla personal, sin considerar las condiciones sociales y económicas. El peso que recae sobre el sujeto es desmedido y esa sobre exigencia lo fragiliza. Al mismo tiempo el otro se vuelve un posible enemigo, un competidor, alguien que viene a obstaculizar el propio desarrollo, fragilizándose los lazos sociales.
Estos valores pueden imprimirse en la subjetividad desde muy temprana edad, produciendo niños egoístas con dificultades para compartir, con menor fecundidad en el juego y en la interacción con pares, y con menores posibilidades para crear a futuro proyectos colectivos que enriquezcan y amplíen su vida afectiva, abriendo camino al aislamiento y la soledad, base fértil para posibles consumos problemáticos.
La escuela, como un espacio de socialización, ofrece alternativas de pertenencia a grupos que no tienen que ver con lo que se consume, sino con una lógica más acorde a la cultura de cuidado.
52
Una cultura de cuidado, de cariño, de respeto, propone la valoración de la vida, la salud, el cuerpo, el autocuidado y el cuidado de los otros. Se trata de un enfoque que busca fortalecer el entramado social y la construcción colectiva. Pensar con una lógica de cuidado implica