Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 51
puede picar un tabardillo”; aunque jamás entendí su
significado cuando pequeño, atendía su solicitud
diligentemente. Al igual que jipato y chimbombo;
cuando uno dormía un poco más de la cuenta, parecía
que se le hinchaba la cara y nos decía: “Levántese ya,
que se va poner jipato y chimbombo”. Al enterarse de
la enfermedad
de
un vecino manifestaba
con
jocosidad que había que tener mucho cuidado porque
“Cuando la pata se hincha, la sepultura relincha”. De
noche era prohibido saltar por encima de las fogatas
que se hacían para correr los zancudos, porque era
casi seguro que amanecía mojada la hamaca. La
borra del café no se podía pisar por la mavita que le
caería a la familia; me la mandaban a botar en la pata
de las matas lejanas. Con la asomada del primer
trueno
y
relámpago
de
la
tormenta
que
se
avecinaba, Mamá corría a tapar el único espejo que
teníamos con una sábana o toalla mientras replicaba a
viva voz con un “¡Santa Bárbara bendita!”; tal
recomendación de Benjamín Franklin se extendió
hasta nuestro lar. Mientras, Papá preparaba su cruz
de cuchillos para desviar la tormenta hacia otra región;
algunas veces la pegaba. Si la tormenta no cedía,
Mamá pelaba por la Vela de la Candelaria y nos
encomendaba a todos los santos con su catajarra de
plegarias.
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