Cuentos que me contaron de la Vía Férrea Cuentos que me Contaron de la Vía Férrea | Page 46
historia en plena clase de castellano, él sí creía en
esas cosas de la maroma y nos mandó a dibujar a la
criatura. Papá y el Viejo Nerio me la habían contado
aquella noche en la Calle El Tubo, en plena penumbra
de plenilunio, con los tauretes recostados al tubo y el
bombillo del frente apagado, y eso fue suficiente, me
convencieron sus narraciones. Entonces me afinqué
en su descripción gráfica, por sus insistencias de
culebra brava. Ellos lo escucharon a viva voz de aquel
que se lo contó, quien la vio por vez primera
engullendo la vaca con los cachos sobresaliendo de
sus grandes fauces. Y mi dibujo se convirtió en
culebra tragona de vacas, de dientes afilados y
cachos endiablados, haciendo estragos en la maroma.
Y la madre de agua también hizo estragos con los
siete becerros de Ara, se los tragó de uno en uno
mientras ella ayudaba a Mamá con los trastes sucios
del almuerzo. Cuando llegó a su corral, todos los
suyos habían desaparecido, sólo uno de los míos
faltaba, la malvada culebra de barro grea, de media
vara de largo, estaba atragantada con ocho becerros
de taparitas con paticas y cuernitos de palos que
habíamos hecho con las frutas de las tapara de
nuestra mata del fondo del rancho. La culebra se
había vuelto un rosario de siete cuentas y por su
inmensa cabeza sobresalían las patas de la otra.
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