Lo hizo para pagar la renta de dos meses que debía de su casa y también por la misma ambición al dinero, por eso vimos un coche tan nuevo y caro. Un guardia de seguridad, que debe dos meses de renta de su casa, no puede comprarse un coche así.
—Está bien, sí, fui yo—dijo.
Los policías lo llevaron a la corte y terminó en la cárcel.
Más tarde, en la casa del jefe de los empleados del banco, el señor les dijo.
—¡Muchas gracias por habernos ayudado con este caso, le sumaré mucha plata a su cuenta!—dijo.
—Fue un placer haber resuelto este caso para usted señor, adiós.
—Adiós.
Una hora después, en el tren, Rabagliati le dijo a Alzaga.
—¿Cree que tendremos un caso como este algún otro día?
—Por supuesto que sí, Yeray, por supuesto que sí—dijo Balendi a Yeray mientras bajaban del tren devuelta a sus casas para dormir después de ese día tan largo e intenso.