ROBO EN CITY BELL
Por Afra
Hola, soy Luna Prin y tengo 21 años, vivo en City Bell y nací en Córdoba. Trabajo de detective y tengo un ayudante que se llama Félix Son que tiene 23 años. ¿Sabían que nació en México? Vive al lado de mi casa. No sé si a ustedes, pero a mí me encantaría ir a México. Bueno, centrándonos en el tema principal les iba a contar lo que pasó el otro día.
Volviendo de la casa de Félix, ya en mi casa, recibí una llamada de un hombre de voz grave y formal, no identificada, que decía: “Tengo a tu amigo Félix Son y si no me llevás 2.000 pesos hoy a la medianoche al muelle “sola” (y remarcó el “sola”), creo que le va a pasar algo a tu amigo.”
Entonces volví a la casa de Félix para buscarlo, pero ya no estaba allí. Sólo encontré unos terrones de azúcar en el piso y al probarlos vi que tenían un sabor horrible, igual que los del restaurante de enfrente de casa. Entonces fui allí a buscar pistas. Cuando llegué vi que había poca gente, lo cual no era habitual y me pareció raro. Mientras caminaba por el bar vi a un hombre con traje, pipa y estaba tomando una taza de café “con azúcar, muchos terrones”. Hablaba con voz grave y tosía cada dos por tres. Me quedé un tiempo escuchando, pero no era nada importante lo que decía, hablaba sobre libros.
Entonces decidí volver a la casa de Félix y para mi sorpresa, ¡el azúcar ya no estaba! Pensé que podría haber alguien escondido en la casa e inmediatamente saqué mi pistola. Cuando me di la vuelta estaba allí Félix parado frente a mí, sosteniendo una taza de café con un terrón de azúcar flotando en la superficie, como si nada.
Le conté lo que había pasado y dijo que no sabía nada. Me despedí de él poniendo una cara rara y me fui para mi casa. Cuando me fui a dormir comencé a pensar en todo lo sucedido y sobre la llamada, comencé a sospechar de Félix.
Decidí a vigilar la casa de Félix desde mi ventana y vi a un grupo de hombres saliendo por la puerta de adelante cargando cajas pesadas.
Cuando se fueron corrí a ver lo que se había caído de ellas sin que Félix me viera y para mi sorpresa eran ¡terrones de azúcar!
Miré la hora y vi faltaba media hora para medianoche, Félix no respondía a la puerta. Así que decidí entrar por la puerta trasera y vi a Félix atado de boca, pies y manos. Corrí a desatarlo y me contó lo sucedido.