Jefferson y yo nos hemos hecho muchas preguntas. ¿Quién había mandado ese auto? ¿Cómo sabía nuestros nombres? ¿Era una pista?
Como estábamos tan cansados lo único que podíamos hacer era ir a dormír. Dormimos hasta las diez de la mañana, bastante tarde. Yo no podía dormirme, tenía sueños muy raros.
Me di una ducha mientras Okay registraba los hechos. Todo esto era muy misterioso… No teníamos mucho tiempo, por lo cual decidimos ir a la casa de la señora Verto un rato antes.
-¡Buenos días!-dijo María– Qué bueno que llegaron.
-Buenos días, señora– dijo Okay.
-Primero que todo… tomen, son los guantes de los que les hablé– dijo dándome los guantes.
-Muchas gracias. ¿Nos podríamos llevar esos guantes?
-Claro. Pasen- dijo ella.
-Gracias. ¿Cuándo fue la última vez que ha visto al cartero?-preguntó mi compañero.
-Hace dos días, una hora después del caso. Como les dije él estaba corriendo con unos guantes iguales a estos.
-¿Sabe dónde vive o dónde podemos encontrarlo?- pregunté.
-No…-dijo con bronca la señora Verto.
-¿Usted va a ver todos los días si el piano está en su lugar? –preguntó Okay.
-Pues claro, lo guardo con llave y lo limpio todos los días- dijo orgullosa.
-¿Vive sola?
-No. Vivo con mi marido. Pero no lo veo hace un par de días.
-¿Desde cuándo no lo ha visto?- preguntó Okay sobresaltado.
-Desde hace cinco días, tiene cosas que hacer . Va y viene todo
el tiempo.
-¿A dónde va?- pregunté.
-A Vancouver , Canadá. Por suerte no tiene que salir del país…-dijo aliviada.
- ¿Qué va a hacer a Vancouver?
-Clases de Jiu Jitsu.- dijo María.
-Por casualidad ¿Su esposo se llama Vincent Baker?- preguntó Jefferson.
-Sí…¿¡Cómo lo saben!? Wow , en realidad son buenos. –dijo María muy sorprendida.
Jefferson y yo no queríamos que supiese que en realidad no éramos detectives. Pero no podíamos mentír más.