CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 39

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica Iba a continuar un dicterio, cuando salió del fondo del bosque un oso completamente negro, dando terribles gruñidos. El enano quería huir lleno de espanto, pero no tuvo tiempo para llegar a su escondrijo, pues el oso le cerró el paso; entonces le dijo suplicándole con un acento desesperado: -Perdonadme, querido señor oso, y os daré todos mis tesoros, todas esas joyas que veis delante de vos, concededme la vida: ¿qué ganaréis con matar a un miserable enano como yo? Apenas me sentirías entre los dientes; no es mucho mejor que cojáis a esas dos malditas muchachas, que son dos buenos bocados, gordas como codornices? Y zampáoslas en nombre de Dios. Pero el oso sin escucharle, dio a aquella malvada criatura un golpe con su pata y cayó al suelo muerta. Las niñas se habían salvado, pero el oso les gritó: -¿Blancanieve? ¿Rojarosa? No tengáis miedo, esperadme. Reconocieron su voz y se detuvieron, y cuando estuvo cerca de ellas, cayó de repente su piel de oso y vieron a un joven vestido con un traje dorado. -Soy un príncipe, -les dijo-, ese infame enano me había convertido en oso, después de haberme robado todos mis tesoros; me había condenado a recorrer los bosques bajo esta forma y no podía verme libre más que con su muerte. Ahora ya ha recibido el premio de su maldad. Blancanieve se casó con el príncipe y Rojarosa con un hermano suyo y repartieron entre todos los grandes tesoros que el enano había amontonado en su agujero. Su madre vivió todavía muchos años, tranquila y feliz cerca de sus hijos. Tomó los dos rosales y los colocó en su ventana, donde daban todas las primaveras hermosísimas rosas blancas y encarnadas. 39