Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
En la primavera, en cuanto comenzó a nacer el verde, dijo el oso a Blancanieve:
-Me marcho, y no volveré en todo el verano.
-¿Dónde vas, querido oso? -le preguntó Blancanieve.
-Voy al bosque, tengo que cuidar de mis tesoros, porque no me los roben los malvados enanos. Por
el invierno, cuando la tierra está helada, se ven obligados a permanecer en sus agujeros sin poder
abrirse paso; pero ahora que el sol ha calentado ya la tierra, van a salir al merodeo; lo que cogen y
ocultan en sus agujeros no vuelve a ver la luz con facilidad.
Blancanieve sintió mucho la partida del oso, cuando le abrió la puerta se desolló un poco al pasar
con el pestillo, y creyó haber visto brillar oro bajo su piel, mas no estaba segura de ello. El oso
partió con la mayor celeridad, y desapareció bien pronto entre los árboles.
Algún tiempo después, envió la madre a sus hijas a recoger madera seca al bosque, vieron un
árbol muy grande en el suelo, y una cosa que corría por entre la yerba alrededor del tronco, sin
que se pudiera distinguir bien lo que era. Al acercarse distinguieron un pequeño enano, con la cara
vieja y arrugada; y una barba blanca de una vara de largo. Se le había enganchado la barba en
una hendidura del árbol, y el enano saltaba como un perrillo atado con una cuerda que no puede
romper; fijó sus ardientes ojos en las dos niñas, y les dijo:
-¿Qué hacéis ahí mirando? ¿Por que, no venís a socorrerme?
-¿Cómo te has dejado coger así en la red, pobre hombrecillo? -le preguntó Rojarosa.
-Tonta curiosa, -replicó el enano-; quería partir este árbol para tener pedazos pequeños de madera
y astillas para mi cocina, pues nuestros platos son chiquititos y los tarugos grandes los quemarían;
nosotros no nos atestamos de comida como vuestra raza grosera y tragona. Ya había introducido
la cuña en la madera, pero la cuña era demasiado resbaladiza; ha saltado en el momento en que
menos lo esperaba y el tronco se ha cerrado tan pronto, que no he tenido tiempo para retirar mi
hermosa barba blanca que se ha quedado enredada. ¿Os echáis a reír, simples? ¡Qué feas sois!
Por más que hicieron las niñas no pudieron sacar la barba que estaba cogida como con un tornillo.
-Voy a buscar gente, -dijo Rojarosa.
-¿Llamar gente? -exclamó el enano con su ronca voz-; ¿no sois ya demasiado vosotras dos,
imbéciles borricas?
-Ten un poco de paciencia, -dijo Blancanieve-, y todo se arreglará.
Y sacando las tijeras de su bolsillo le cortó la punta de la barba. En cuanto el enano se vio libre, fue
a coger un saco lleno de oro que estaba oculto en las raíces del árbol, diciendo:
-¡Que animales son esas criaturas! ¡Cortar la punta de un hacha tan hermosa! El diablo os lleve.
Después se echó el saco a la espalda y se marchó sin mirarlas siquiera.
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