CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 37

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica En la primavera, en cuanto comenzó a nacer el verde, dijo el oso a Blancanieve: -Me marcho, y no volveré en todo el verano. -¿Dónde vas, querido oso? -le preguntó Blancanieve. -Voy al bosque, tengo que cuidar de mis tesoros, porque no me los roben los malvados enanos. Por el invierno, cuando la tierra está helada, se ven obligados a permanecer en sus agujeros sin poder abrirse paso; pero ahora que el sol ha calentado ya la tierra, van a salir al merodeo; lo que cogen y ocultan en sus agujeros no vuelve a ver la luz con facilidad. Blancanieve sintió mucho la partida del oso, cuando le abrió la puerta se desolló un poco al pasar con el pestillo, y creyó haber visto brillar oro bajo su piel, mas no estaba segura de ello. El oso partió con la mayor celeridad, y desapareció bien pronto entre los árboles. Algún tiempo después, envió la madre a sus hijas a recoger madera seca al bosque, vieron un árbol muy grande en el suelo, y una cosa que corría por entre la yerba alrededor del tronco, sin que se pudiera distinguir bien lo que era. Al acercarse distinguieron un pequeño enano, con la cara vieja y arrugada; y una barba blanca de una vara de largo. Se le había enganchado la barba en una hendidura del árbol, y el enano saltaba como un perrillo atado con una cuerda que no puede romper; fijó sus ardientes ojos en las dos niñas, y les dijo: -¿Qué hacéis ahí mirando? ¿Por que, no venís a socorrerme? -¿Cómo te has dejado coger así en la red, pobre hombrecillo? -le preguntó Rojarosa. -Tonta curiosa, -replicó el enano-; quería partir este árbol para tener pedazos pequeños de madera y astillas para mi cocina, pues nuestros platos son chiquititos y los tarugos grandes los quemarían; nosotros no nos atestamos de comida como vuestra raza grosera y tragona. Ya había introducido la cuña en la madera, pero la cuña era demasiado resbaladiza; ha saltado en el momento en que menos lo esperaba y el tronco se ha cerrado tan pronto, que no he tenido tiempo para retirar mi hermosa barba blanca que se ha quedado enredada. ¿Os echáis a reír, simples? ¡Qué feas sois! Por más que hicieron las niñas no pudieron sacar la barba que estaba cogida como con un tornillo. -Voy a buscar gente, -dijo Rojarosa. -¿Llamar gente? -exclamó el enano con su ronca voz-; ¿no sois ya demasiado vosotras dos, imbéciles borricas? -Ten un poco de paciencia, -dijo Blancanieve-, y todo se arreglará. Y sacando las tijeras de su bolsillo le cortó la punta de la barba. En cuanto el enano se vio libre, fue a coger un saco lleno de oro que estaba oculto en las raíces del árbol, diciendo: -¡Que animales son esas criaturas! ¡Cortar la punta de un hacha tan hermosa! El diablo os lleve. Después se echó el saco a la espalda y se marchó sin mirarlas siquiera. 37