Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
A la mañana siguiente le dijo el Rey:
-Te has jugado la vida y la has perdido, sin embargo, te haré gracia de ella, si arrasas la montaña
que se levanta delante de mis ventanas y me quita la vista, y esto debes realizarlo en el espacio de
ocho días. Si lo logras, recibirás en premio la mano de mi hija.
El príncipe se puso a manejar el pico y la pala sin descanso; pero cuando, transcurridos siete días,
vio lo poco que había conseguido y que todo su esfuerzo ni siquiera se notaba, cayó en un gran
abatimiento, con toda la esperanza perdida. Pero al anochecer del día sétimo se presentó la zorra
y le dijo:
-No mereces que me preocupe de ti; pero vete a dormir; yo haré el trabajo en tu lugar.
A la mañana, al despertar el mozo y asomarse a la ventana, la montaña había desaparecido. Corrió
rebosante de gozo a presencia del Rey y le dio cuenta de que su condición quedaba satisfecha, por
lo que el Monarca, hubo de cumplir su palabra y entregarle a su hija.
Marcháronse los dos y al poco rato se les acercó la zorra:
-Tienes lo mejor, es cierto; pero a la doncella del Castillo de Oro le pertenece también el caballo
de oro.
-¿Y cómo podré ganármelo? -preguntó el joven.
-Voy a decírtelo. Ante todo, lleva a la hermosa doncella al Rey que te envió al Castillo de Oro. Se
pondrá loco de alegría y te dará gustoso el caballo de oro. Tú lo montas sin dilación y alargas la
mano a cada uno para estrechársela en despedida, dejando para último lugar a la princesa. Entonces
la subes de un tirón a la grupa y te lanzas al galope; nadie podrá alcanzarte, pues el caballo es más
veloz que el viento.
Todo sucedió así puntual y felizmente, y el príncipe se alejó con la bella princesa, montados ambos
en el caballo de oro. La zorra no se quedó rezagada, y dijo al doncel:
-Ahora voy a ayudarte a conquistar el pájaro de oro. Cuando te encuentres en las cercanías del
palacio donde mora el ave, haz que la princesa se apee; yo la guardaré. Tú te presentas en el patio
del palacio con el caballo de oro; al verlo, habrá gran alegría, y te entregarán el pájaro. Cuando
tengas la jaula en la mano, galoparás hacia donde estamos nosotras para recoger a la princesa.
Conseguido también esto y disponiéndose el príncipe a regresar a casa con sus tesoros, díjole la
zorra:
-Ahora debes recompensar mis servicios.
-¿Qué recompensa deseas? -preguntó el joven.
-Cuando lleguemos al bosque, mátame de un tiro y córtame la cabeza y las patas.
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