CUENTOS HERMANOS GRIM cuentos_hermanos_grimm_edincr | Page 234

Cuentos de los Herm anos Grimm EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL costa rica A la mañana siguiente le dijo el Rey: -Te has jugado la vida y la has perdido, sin embargo, te haré gracia de ella, si arrasas la montaña que se levanta delante de mis ventanas y me quita la vista, y esto debes realizarlo en el espacio de ocho días. Si lo logras, recibirás en premio la mano de mi hija. El príncipe se puso a manejar el pico y la pala sin descanso; pero cuando, transcurridos siete días, vio lo poco que había conseguido y que todo su esfuerzo ni siquiera se notaba, cayó en un gran abatimiento, con toda la esperanza perdida. Pero al anochecer del día sétimo se presentó la zorra y le dijo: -No mereces que me preocupe de ti; pero vete a dormir; yo haré el trabajo en tu lugar. A la mañana, al despertar el mozo y asomarse a la ventana, la montaña había desaparecido. Corrió rebosante de gozo a presencia del Rey y le dio cuenta de que su condición quedaba satisfecha, por lo que el Monarca, hubo de cumplir su palabra y entregarle a su hija. Marcháronse los dos y al poco rato se les acercó la zorra: -Tienes lo mejor, es cierto; pero a la doncella del Castillo de Oro le pertenece también el caballo de oro. -¿Y cómo podré ganármelo? -preguntó el joven. -Voy a decírtelo. Ante todo, lleva a la hermosa doncella al Rey que te envió al Castillo de Oro. Se pondrá loco de alegría y te dará gustoso el caballo de oro. Tú lo montas sin dilación y alargas la mano a cada uno para estrechársela en despedida, dejando para último lugar a la princesa. Entonces la subes de un tirón a la grupa y te lanzas al galope; nadie podrá alcanzarte, pues el caballo es más veloz que el viento. Todo sucedió así puntual y felizmente, y el príncipe se alejó con la bella princesa, montados ambos en el caballo de oro. La zorra no se quedó rezagada, y dijo al doncel: -Ahora voy a ayudarte a conquistar el pájaro de oro. Cuando te encuentres en las cercanías del palacio donde mora el ave, haz que la princesa se apee; yo la guardaré. Tú te presentas en el patio del palacio con el caballo de oro; al verlo, habrá gran alegría, y te entregarán el pájaro. Cuando tengas la jaula en la mano, galoparás hacia donde estamos nosotras para recoger a la princesa. Conseguido también esto y disponiéndose el príncipe a regresar a casa con sus tesoros, díjole la zorra: -Ahora debes recompensar mis servicios. -¿Qué recompensa deseas? -preguntó el joven. -Cuando lleguemos al bosque, mátame de un tiro y córtame la cabeza y las patas. 234