Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-Es una vulgar pordiosera esa que has traído a casa; quién sabe qué perversas ruindades estará
maquinando en secreto. Si es muda y no puede hablar, siquiera podría reír; pero quien nunca ríe
no tiene limpia la conciencia.
Al principio, el Rey no quiso prestarle oídos; pero tanto insistió la vieja y de tantas maldades la
acusó, que, al fin, el Rey se dejó convencer y la condenó a muerte.
Encendieron en la corte una gran pira, donde la reina debía morir abrasada. Desde una alta ventana,
el Rey contemplaba la ejecución con ojos llorosos, pues seguía queriéndola a pesar de todo. Y he
aquí que cuando ya estaba atada al poste y las llamas comenzaban a lamerle los vestidos, sonó el
último segundo de los siete años de su penitencia.
Oyóse entonces un gran rumor de alas en el aire y aparecieron doce cuervos, que descendieron
hasta posarse en el suelo. No bien lo hubieron tocado, se transformaron en los doce hermanos,
redimidos por el sacrificio de la princesa. Apresuráronse a dispersar la pira y apagar las llamas,
desataron a su hermana y la abrazaron y besaron tiernamente.
Y puesto que ya podía abrir la boca y hablar, contó al Rey el motivo de su mutismo y de por
qué nunca se había reído. Mucho se alegró el Rey al convencerse de que era inocente, y los dos
vivieron juntos y muy felices hasta su muerte. La malvada suegra hubo de comparecer ante un
tribunal y fue condenada. Metida en una tinaja llena de aceite hirviente y serpientes venenosas,
encontró en ella una muerte espantosa.
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