Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-¿Sabes ya a dónde debes dirigirte para encontrarla? -volvió a preguntar el enano.
-Aún no, ¿me podrías ayudar, duendecillo?
-Has resultado ser amable y humilde y mereces mi favor. Toma esta varilla y estos dos panes y
dirígete hacia el castillo encantado. Toca la cancela tres veces con la vara y arroja un pan a cada
una de las dos bestias que intentarán comerte. Busca entonces la fuente del agua de la vida tan
rápido como puedas, pues si dan las doce y sigues en el interior del castillo, ya nunca más podrás
salir -añadió el enanito.
A lomos de su caballo, pasados varios días, llegó el príncipe al castillo encantado. Tocó tres veces
la cancela con la vara mágica, amansó a las bestias con los panes y llegó a una estancia donde había
una preciosa muchacha:
-¡Por fin se ha roto el hechizo! En agradecimiento, me casaré contigo si vuelves dentro de un año.
Contento por el ofrecimiento, el muchacho buscó rápidamente la fuente de la que manaba el agua
de la vida. Llenó un frasco con ella y salió del castillo antes de las doce. De vuelta a palacio, se
encontró de nuevo con el duende, a quien relató su experiencia y pidió:
-Mis hermanos partieron hace tiempo y no les he vuelto a ver. ¿No sabrías dónde puedo encontrarles?
-Están atrapados por la avaricia y el egoísmo, pero tu bondad les hará libres. Vuelve a casa y por
el camino los encontrarás. Pero ¡cuídate de ellos!
Tal como había anunciado el duende, el menor encontró a sus dos hermanos antes de llegar al
castillo del rey. Los tres fueron a ver a su padre, quien después de tomar el agua de la vida se
recuperó por completo. Incluso pareció rejuvenecer. El menor de los hermanos le relató entonces
su compromiso con la princesa y su padre orgulloso, le dio su más sincera bendición para la boda.
Así pues, cerca de la fecha pactada, el menor de los príncipes se dispuso a partir en busca de su
amada.
Ésta, esperando ansiosa en el castillo, ordenó extender una carretera de oro, desde su palacio hasta
el camino, para dar la bienvenida a su futuro esposo:
-Dejad pasar a aquel que venga por el centro de la carretera, -dijo a los guardianes- cualquier otro
será un impostor -advirtió. Y marchó a hacer los preparativos. Efectivamente, los dos hermanos
mayores, envidiosos, tramaron por separado llegar antes que él y presentarse a la princesa como
sus libertadores:
“Suplantaré a mi hermano y desposaré a la princesa” -pensaba cada uno de ellos.
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