Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
Por largas horas los niños esperaron hasta que se hizo de noche, ellos permanecieron juntos al
fuego, tranquilos porque oían a lo lejos un CLAP-CLAP, que supusieron sería el hacha de su
padre trabajando todavía. Pero ignoraban que su madrastra había atado una rama a un árbol para
que hiciera ese ruido al ser movida por el viento. Cuando la noche se hizo más oscura Gretel
decidió que era tiempo de volver, pero Hansel le dijo que debían esperar que saliera la luna y así
lo hicieron, cuando la luna iluminó los guijarros blancos dejados por Hansel fue como si hubiera
delante de ellos un camino de plata.
A la mañana siguiente los dos niños golpearon la puerta de su padre:
-¡Hemos llegado! -gritaron los niños, la madrastra estaba furiosa, pero el leñador se alegró
inmensamente, porque lamentaba mucho lo que había hecho.
Vivieron nuevamente los cuatro juntos un tiempo más, pero a los pocos días, una hambruna aún
más terrible que la anterior volvió a devastar la región. El leñador no quería separarse de sus hijos
pero una vez más su esposa lo convenció de que era la única solución. Los niños oyeron esto una
segunda vez, pero esta vez Hansel no pudo salir a recoger los guijarros porque su madrastra había
cerrado con llave la puerta para que los niños no se pudieran escapar.
-No importa -le dijo Hansel a Gretel- no te preocupes, que algo se me ocurrirá mañana.
Aún no había salido el sol cuando los cuatros dejaron la casa, Hansel fue dejando caer a lo largo del
camino, las miguitas del pan que le había dado antes de partir la malvada madrastra. Nuevamente
los dejaron junto al fuego, en lo profundo del bosque y esperaron mucho tiempo allí sentados,
cuando estaba oscureciendo quisieron volver a casa. ¡Oh!, que gran sorpresa se llevaron los niños
cuando comprobaron que todas las miguitas dejadas por Hansel se las habían comido las aves del
bosque y no quedaba ni una solita.
Solos, con mucha hambre y llenos de miedo, los dos niños se encontraron en un bosque espeso
y oscuro del que no podían hallar la salida. Vagaron durante muchas horas hasta que por fin,
encontraron un claro donde sus ojos descubrieron la maravilla más grande que jamás hubiesen
podido imaginar: ¡una casita hecha de dulces! Los techos eran de chocolate, las paredes de
mazapán, las ventanas de caramelo, las puertas de turrón, el camino de confites.
-¡Un verdadero manjar! -dijo Hansel quien corrió hacia la casita diciendo a su hermana-: ¡Ven
Gretel, yo comeré del techo y tu podrás comerte las ventanas!
Y así diciendo y corriendo, los niños se abalanzaron sobre la casa y comenzaron a devorarla sin
notar que, sigilosamente salía a su encuentro una malvada bruja que inmediatamente los llamó y
los invitó a seguir.
-Veo que querían comer mi casa -dijo la bruja-. Pues ahora ¡yo los voy a comer a ustedes! -y los
tomó prisioneros. Y así diciendo los examinó-: Tu, la niña -dijo mirando a Gretel- me servirás para
ayudarme mientras engordamos al otro que está muy flacucho y así no me lo puedo comer, pues
solo lamería los huesos.
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