Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
pusieron en la mesa del zapatero y tomando con sus pequeñas manos el cuero cortado, comenzaron
a trabajar con tanta ligereza y destreza que era cosa que no había más que ver. Trabajaron casi sin
cesar hasta que estuvo concluida la obra, y entonces desaparecieron de repente.
Al día siguiente le dijo la mujer:
-Esos enanitos nos han enriquecido; es necesario manifestarnos reconocidos con ellos. Deben
estar muertos de frío teniendo que andar casi desnudos, sin nada con que cubrirse el cuerpo; ¿no te
parece que haga a cada uno una camisa, casaca, chaleco y pantalones, y además un par de medias?
Hazle tú también a cada uno un par de zapatos.
El marido aprobó este pensamiento, y por la noche, cuando estuvo todo concluido, colocaron
estos regalos en vez del cuero cortado encima de la mesa, y se ocultaron otra vez para ver cómo
los tomaban los enanos. Iban a ponerse a trabajar al dar las doce, cuando en vez de cuero hallaron
encima de la mesa los lindos vestiditos. En un principio manifestaron su asombro, pero luego se
llenaron de una gran alegría. Se pusieron en un momento los vestidos y comenzaron a cantar.
Después empezaron a saltar y a bailar encima de las sillas y de los bancos, y por último, se
marcharon bailando.
Desde aquel momento no se les volvió a ver más; pero el zapatero continuó siendo feliz el resto de
su vida, y todo lo que emprendía le salía bien.
II
Había una vez una pobre criada que era muy limpia y trabajadora; barría la casa todos los días
y sacaba la basura a la calle. Una mañana al ponerse a trabajar, encontró una carta en el suelo, y
como no sabía leer colocó la escoba en un rincón y se la llevó a sus amos: era una invitación de los
enanos mágicos que l