Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
-No tan pronto, -contestó el joven.
-Yo te quiero matar, -dijo el hechicero.
-Poco a poco, eso no se hace tan fácilmente, yo soy tan fuerte como tú y mucho más todavía.
-Eso lo veremos, -dijo el anciano-; ven, probaremos.
Entonces le condujo a un corredor muy oscuro, junto a una fragua, cogió un hacha y dio en un
yunque, que metió de un golpe en la tierra.
-Eso lo hago yo mucho mejor -dijo el joven.
Y se dirigió a otro yunque; el anciano se puso a su lado para verle y su barba tocaba en la bigornia.
Entonces cogió el joven el hacha, abrió el yunque de un golpe y clavó dentro la barba del anciano.
-Ya eres mío, -le dijo-, ahora morirás tú.
Entonces cogió una barra de hierro y comenzó a pegar con ella al anciano hasta que comenzó a
quejarse y le ofreció, si le dejaba libre, darle grandes riquezas. El joven soltó el hacha y le dejó en
libertad. El anciano le condujo de nuevo al castillo y le enseñó tres cofres llenos de oro, que había
en una cueva.
-Una parte es de los pobres, la otra del rey y la tercera tuya.
Entonces dieron las doce y desapareció el espíritu, quedando el joven en la oscuridad.
-Yo me las arreglaré -dijo.
Empezó a andar a tientas, encontró el camino del cuarto y durmió allí junto a la lumbre. A la
mañana siguie