Cuentos de los Herm anos Grimm
EDITORIAL DIG ITAL - IMPRENTA NAC IONAL
costa rica
hecho que parecía vivir y respirar y que nada en el mundo era tan hermoso ni tan amable. El joven
rey vio desde luego que el fiel Juan pasaba siempre delante de esta puerta sin abrirla, y le preguntó
el motivo.
-Es -respondió el otro- porque hay en el cuarto una cosa que os dará miedo.
-Ya he visto todo el palacio -dijo el rey-, quiero saber lo que hay aquí.
Y quería abrir por fuerza.
El fiel Juan le contuvo diciéndole:
-He prometido a vuestro padre, en su lecho de muerte, no dejaros entrar en este cuarto, de lo que
podían resultar grandes desgracias para vos y para mí.
-La mayor desgracia -replicó el rey- es que mi curiosidad no quede satisfecha. No descansaré hasta
que mis ojos lo hayan visto todo. No salgo de aquí hasta que me hayas abierto.
El fiel Juan, viendo que no había medio de negarse, fue a buscar la llave, lleno de tristeza en su
corazón y suspirando mucho. En cuanto abrió la puerta, entró el primero, procurando ocultar el
retrato con su cuerpo; todo fue inútil: el rey, levantándose sobre la punta de los pies, le vio por
encima de sus hombros. Pero al ver aquella imagen de una joven tan hermosa y deslumbrante de
oro y de pedrerías, cayó sin conocimiento en el suelo. Levantole el fiel Juan y le llevó a su cama.
-¡El mal está hecho! ¡Dios mío!, ¿qué va a ser de nosotros?
Y le hizo tomar un poco de vino para que recobrase las fuerzas.
La primera palabra del rey, cuando volvió en sí, fue preguntar de quién era aquel hermoso retrato.
-El de la princesa de la Cúpula de Oro -respondió el fiel Juan.
-El amor que me ha hecho concebir es tan grande -dijo el rey- que si todas las hojas de los árboles
fueran lenguas, no bastarían para explicarlo. Mi vida depende en lo futuro de su posesión. Tú me
ayudarás, tú que eres mi fiel criado.
El fiel Juan reflexionó por largo tiempo de qué modo convenía arreglárselas, pues era muy difícil
el presentarse delante de los ojos de la princesa. Por último, imaginó un medio, y dijo al rey:
-Todo lo que rodea a la princesa es de oro; sillas, tazas, copas y muebles de todas clases. Vos tenéis
cinco toneladas de oro en vuestro tesoro; hay que dar una a los plateros para que hagan vasos y
alhajas de oro de todas hechuras; pájaros, fieras, monstruos de mil formas, en fin, todo lo que debe
agradar a la princesa. Nos pondremos en camino con estas joyas y procuraremos probar fortuna.
El rey mandó venir a todos los plateros del país, y trabajaron noche y día hasta que todo estuvo
concluido. Entonces lo embarcaron en un navío. Juan el fiel tomó el traje de comerciante y el rey
hizo otro tanto para que nadie pudiera conocerle. Después se hicieron a la vela y navegaron hasta
la ciudad en que habitaba la princesa de la Cúpula de Oro.
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