Cucurigú, cucurigú, amo, saca un mantel
Saca lo que tengas para darte todo lo que te he traído.
El pobre hombre trajo una alfombra pequeñita y la dejo en el patio.
El gallo dejo la bolsa con dos monedas. Después abrió sus alas y echo tanto dinero,
rebaño y tantas cosas que llenó el jardín, el patio, la casa y todo. Brillaba ante sus
ojos tanta riqueza.
Al no saber ni qué hacer, empezó a besar a su gallo con mucha alegría.
De repente la mujer, que hasta ahora comía dos huevos fritos cada día, llena de
envidia pero al mismo tiempo avergonzada, le pide:
– Hombre bueno, dame, por favor, una moneda.
– Acuérdate lo que me dijiste.
Y se acordó del consejo que le dio: pegar a su gallo para que le trajera un huevo.
Le entró tal rabia que cogió a su gallina y empezó a pegarle pero con tanta fuerza
que la pobre gallina se quedó sin plumas y sin nada. La gallina sale desesperada por
los caminos y encontró un abalorio de color. Contenta lo coge en su pico y vuelve
para casa:
Cococó, cococó, cococó, cococó.
Se sienta para echarlo. Y pasado el rato echa el abalorio.
La mujer busca.
– A ver, mi riqueza, mi riqueza.
Pero al encontrar eso, mata a la gallina. Y se queda sin gallina, sin huevos y sin nada.
En cambio el hombre que era honesto, no como la mujer que era muy preta, ha
hecho grandes casas, hermosos jardines y llevaba al gallo con collar de oro y botas
amarillas con espuelas en los talones, viviendo muy felices.
Colorín colorado este cuento se ha acabado.
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