No se puede decir que estuviese llevando una buena vida precisamente. Recuerdo bien el día que decidí cambiar por mi bien y por no seguir siendo un desastre. Además, con mi mala vida empecé a convertirme en una persona llena de rechazo a mi familia, la cual nunca me hizo ningún mal. Tampoco querían que estuviese de la manera en la que decidí estar por mi ingenuidad y por ser tan tonta de enamorarme de aquel hombre. Para que sepáis y entendáis, mi familia nunca perdió la esperanza de que decidiera cambiar, y gracias a ellos... bueno, os contaré lo que pasó, poco a poco.
Debo decir que en aquel tiempo yo era de lo más crédula en toda la existencia de la raza humana. Me había echado un novio del que me enamoré como una tonta. Mis padres no lo aceptaban, por lo que decidí escaparme con él para casarnos siguiendo el rito según sus costumbres. Entonces me pareció maravilloso.
Con el tiempo me volví violenta y agresiva, fue entonces cuando me eché a la mala vida, me hice muy amiga de lo ajeno y consumía drogas. Era joven y sentía estar viviendo una vida de emociones. Ahora, cuando lo pienso, cuánto me arrepiento. En realidad, nunca echaba cuentas, todo era emocionante, creía de verdad estar feliz con esa clase de vida, pero pronto me di cuenta de lo equivocada que estaba, todo aquello iba a cambiar.
Conocí a un chica, aunque al principio me parecía la típica que nunca rompía un plato, en seguida me sentí íntimamente unida a ella. Al poco tiempo mi suegra cayó muy enferma. Al enterarse mi marido, empezamos distanciarnos porque se hizo cargo de todos sus hermanos y sufría depresión. Lo único que le alegró, es que al mes siguiente de que su madre enfermara, le di la noticia: estaba embarazada de un mes. Mientras tanto, mi nueva amistad me fue abriendo los ojos, me decía que yo sólo contaba para que me utilizaran.
Poco después me enteré de que mi madre estaba en estado grave, y había faltado poco para que falleciera. Ante mi tristeza, mis amigos y mi marido hicieron todo lo posible para que yo pudiera divertirme. Estando de fiesta me excedí con la bebida. Al poco rato de estar perdidamente mareada y borracha, di un traspiés, haciéndome caer sobre mi vientre.
En aquel instante recuerdo borrosamente que vi el rostro de mi marido con lágrimas de preocupación y tristeza, y gritó a mi amiga urgiéndole a llamar a una ambulancia, porque estaba preocupado por mi o porque era su hijo o también porque podía morirme o algo peor, no lo sabía en ese momento, pero lo iba a saber. Eso podría provocar un perjuicio para él, porque mis padres sabían que estaba con él en su casa. Yo estaba en busca y denunciada como desaparecida por mis padres.
Al llegar al hospital me dijeron que tuve un aborto y que estaba embrazada de dos bebes por lo que él, al escuchar al médico, se volvió contra mí, rabioso, y me culpó, diciéndome que nunca me lo perdonaría.
Me sentí triste. Siempre creía que me quería y no entendía por qué ahora me hacía sentir culpable ni por qué ahora me quería repudiar.
Aquella noche pensé que la enfermedad de mi madre y la pérdida de mis hijos ya era suficientemente duro, y encima aguantar ese repudio y que que me utilizaran de esa manera, por lo que decidí marchar. Primero fui a casa de mi mejor amiga, la cual me abrió más los ojos y después arreglé las cosas con mis padres.
Con esta historia quiero decir que a la familia siempre la tienes y que los amores van y vienen, pudiendo hacerte mal y un daño en tu corazoncito. No tengáis prisa en crecer, que tiempo ya abra para todo. Incluso de enamorarse y de equivocarse, para lo que queramos… pero primero es crecer.