Londres , marzo de 2001
Irene Márquez revisó el papel que tenía entre las manos antes de tomar el asa de su maleta y disponerse a sortear los cinco peldaños que la separaban de la nívea puerta . Se detuvo frente al timbre y pulsó . Una antediluviana sinfonía tañó en sus jóvenes oídos .
Al rato detectó gruñidos al otro lado de la puerta . Asmáticos ladridos delataban la edad del animal que , como acertadamente dedujo , debía igualar a su dueña en longevidad . Dibujó rápidamente en su mente una imagen caricaturesca que se disipó tan pronto dio comienzo el ceremonial de la apertura . Mientras su anfitriona batallaba con la cerradura , la muchacha miró al cielo encapotado recordándose que aquello debía ser algo temporal . Sus labios formaron una tensa sonrisa a modo de mecanismo de defensa .
Mrs . Anderson abrió finalmente la puerta muy despacio , quedando parcialmente oculta tras ella . Tenía frente a sí a una joven de cabello azabache y complicada mirada . Se colocó bien las gafas y le dedicó un rápido saludo antes de invitarla a pasar . Irene avanzó cerrando de golpe tras de sí , hecho que desagradó a la anciana , que la hizo estremecer hasta el tuétano . La joven observó sorprendida el sobresalto desmesurado que le había causado el portazo . Como este había sacudido cada una de sus fibras desestabilizando momentáneamente su ensayado aplomo ,