ORIGINALES:
Escenarios Actuales
la pregunta por los fenómenos que emergen de
una relación situada entre los cuerpos, las mentes
y los territorios. La geografía crítica busca decons-
truir la enfermedad y ponerla en diálogo con las
trayectorias, las relaciones, las materialidades, las
historias o significados presentes en el territorio,
incorporando nuevas miradas acerca del malestar,
al padecimiento, el deterioro o la protección de
la salud de las personas (28). En este sentido, la
racionalidad territorial busca desplazar la mirada
managerial y tecnocrática de la salud, para reva-
lorizar las prácticas y significados de las personas
y comunidades frente al bienestar, el sufrimiento,
el malestar o el buen vivir, entendiendo que el es-
pacio histórico que habitan es determinante en el
tipo de relación que establecen con sus cuerpos.
mantiene la interfaz de participación en un pla-
no retórico, sin tocar los fundamentos de un pro-
ceso democratizador efectivo en el campo de la
salud, logra materializarse en una serie de discur-
sos, instrumentos, objetos, congresos, manuales,
protocolos e incluso las espacialidades de la salud,
obturando relaciones históricas que conservan el
estado actual de las agencias del usuario, del médi-
co, del burócrata, del familiar, y de todos los acto-
res involucrados en el fenómeno de la salud. Por
su parte, las tácticas de resistencia, de un médico
que se toma el tiempo para escuchar, para visitar
los territorios, de un usuario que se interesa por
conocer en profundidad las aristas de la enferme-
dad y colabora con el médico en la búsqueda de
tratamientos adecuados a sus particularidades, de
familiares involucrados dispuestos a aprender y
aportar al desarrollo de nuevas técnicas de cuida-
do, etc. constituyen prácticas que no se materiali-
zan, en tanto no logran ejercer el poder necesario
para inscribir nuevos objetos en la interfaz.
Siguiendo la reflexión de Armstrong (14) nota-
mos que la construcción de lo que hoy conoce-
mos como pacientes es el resultado de una serie
de diseños tanto organizacionales como relacio-
nales en los que los mismos pacientes han tenido
limitadas oportunidades de participar. Este punto
es fundamental, en tanto las interfaces motivan
fenómenos de individuación que en muchos ca-
sos operan como un Looping Effect (34), es de-
cir, cambios en la manera en que los usuarios se
relacionan consigo mismos sobre la base de las
definiciones y técnicas estandarizadas en un espa-
cio de salud. Los usuarios asumen las categorías
presentes en la interfaz de participación ciudada-
na y tienden a ajustar su campo de prácticas en
función de una definición de sí mismos como
receptores pasivos, con conocimientos técnicos
insuficientes para colaborar activamente en los
dispositivos de salud.
Finalmente, cabe destacar que el concepto de
interfaz ofrece un énfasis relacional cercano a la
sociología de la traducción o de las asociaciones
(35), cuyo valor de análisis se ubica en la posibili-
dad de rastrear las entidades, agencias, y los ejer-
cicios de traducción que derivan en la hegemo-
nización de una política pública, como es la de
participación ciudadana en el campo de la salud.
En este sentido, es fundamental abandonar una
mirada neutral, pseudo-técnica, pseudo-científica,
de las políticas públicas, y comenzar a abordarlas
en su dimensión compleja, histórica, cambiante
y en permanente tensión. Como señala Shore y
Wright (36), las políticas públicas pueden ser leídas de
CONCLUSIONES
La interfaz de participación ciudadana en salud
que hemos revisado en el presente artículo, está
configurada en diversos niveles por relaciones bu-
rocráticas, profesionales, tecnológicas y espaciales
marcadas por la multiplicidad y heterogeneidad de
sus prácticas, lenguajes, racionalidades y dinámi-
cas de poder. Cada una de estas capas de la inter-
faz da cuenta de la complejidad de la participación
ciudadana, la imposibilidad de abordarla como
una cuestión puramente técnica, y la necesidad de
reconocer los espacios de creatividad dispersa y
artesanal de resistencia frente a las racionalidades
que traducen y hegemonizan la categoría de par-
ticipación en cada una de sus vertientes relaciona-
les. Ya sea en las oficinas burocráticas, en los box
de atención, en la búsqueda de alternativas tera-
péuticas o en la interacción comunitaria, nos en-
contramos con tácticas de resistencia, que utilizan
pequeños fragmentos de tiempo y espacio para
inhabilitar los mecanismos que modelan y restrin-
gen las posibilidades de reflexión, cuestionamien-
to, responsabilización y colaboración en el campo
de la salud. A esto se refiere Michel de Certeau
con microresistencia o microlibertades (32), cuya
relevancia para la interfaz de participación ciuda-
dana se relaciona con la mantención permanente
de un excedente de sentido y posibilidad de ac-
ción, que en determinadas circunstancias puede
subvertir el estado actual del discurso y las prácti-
cas de la participación ciudadana.
Es muy difícil seguir las huellas de estas mi-
croresistencia, puesto que constituyen ejercicios
re-interpretativos (33) en el lugar que (re)produce
otro; otro que domina las reglas del juego. Como
hemos visto, la racionalidad de la gestión, que
43
Cuad Méd Soc (Chile) 2018, 58 (3): 37-45